El calendario romano no nos indica en ningún momento que el mes de Mayo que hoy comienza sea nefasto sin embargo no resulta muy halagüeño observar que muchos romanos lo consideraba especialmente infortunado (Un año en la Antigua Roma, Incipit Mensis Maius, Néstor F. Marqués), que recelaban de los muertos que les acechaban desde Lemuria, continente hipotético que se habría hundido en el Océano Índico, según propuso en 1864 el zoólogo Philip Sclater, (https://es.wikipedia.org/wiki/Lemuria).
Mayo, un mes en el que “sólo se casan las mujeres malas”, según nos dice Ovidio en sus Fastos, mes impuro en el que las uniones de viuda o doncella, no duran mucho.
Sin embargo, conforme avance el mes, ya desde las Kalendis Maiis, se irá abriendo a la posibilidad de grandes celebraciones como La festividad de la Bona Dea, diosa relacionada con la fertilidad de la que hacen gala los campos en éste mes de estallido primavera
Para compensar los temores que suponen la presencia de los espíritus difuntos en la ciudad – hay fuentes que afirman que las necrópolis en las ciudades se construían en las afueras de la misma, lejos de ellas, para confundirlos y que no regresaran al lugar de donde habían marchado – el día 1 de Mayo se celebraba la festividad de Laralia, dedicada a los Lares tutelares (prestites), los guardianes de las murallas, pero que en el interior de las viviendas, cuando el enterramiento era de un niño, se albergaba la esperanza de que al confundirse su cuerpo con la tierra, ya convertido en Lar, protegía la misma, pues se les tenía por puros “y ningún mal podían producir a los habitantes de la casa. Muy al contrario, un altar les recordaba y en él se les hacían ofrendas al despertar.
Llama la atención a éste lector de Historia de la Antigua Roma detalles de entonces que se repiten ahora, en el siglo XXI, con una cultura que se quiere desplazar enterrando siglos de Humanismo y de evolución en el pensamiento del hombre – ser vivo que tiene capacidad de razonar – con base en las enseñanzas de Jesús, el Cristo, que engloba la dignidad humana universal y la libertad individual, junto con la primacía de la felicidad humana como algo esencial, en favor de un Racionalismo, que considera la razón como fuente principal y única base de valor del conocimiento humano en general.
Uno de esos detalles que ha llamado mi atención es una realidad incuestionable: Tarde o temprano somos ceniza. El cómo lo reconocían en la Antigua Roma es ilustrativo lo que las fuentes nos dicen respecto a la celebración del Triunfo que se otorgaba a un general romano por llevar a sus tropas a una gran victoria: //es.wikipedia.org/wiki/Triunfo_romano (triumphus), es ceremonia civil y rito religioso. El general procesionaba desde el Campo de Marte hasta el Templo de Júpiter, juntamente con sus tropas, botín, prisioneros – ya convertidos en esclavos – entre vítores y alabanzas a su gesta. Era una ceremonia en que era fácil creerse formar parte de la pléyade dioses que protegían Roma, pero por si acaso esa tentación aparecía ensoberbeciendo al homenajeado, en la misma carroza, justo a su espalda, con el brazo derecho alzado y portando una corona que situaba sobre la cabeza del personaje, machaconamente le susurraba al oído: Recuerda que eres ceniza, recuerda que eres ceniza, recuerda que… recuerda… recuerda.
En aquella Roma antigua, tan cargada de supersticiones, con gran sentido de la trascendencia del hombre, https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/5954/1/TOMAS%20ALVIRA.pdf, convenía recordar lo efímero de nuestro paso y, por tanto, la necesidad de actuar en Justicia, tal vez la virtud más valorada, al punto que a ella se dedicaba la Basílika, edificio principal en la administración romana.
Este recordatorio lo adoptaría la cristiandad y así, cada año, se recuerda al penitente, mientras un oficiante del rito, con los dedos cargados en ceniza, hace la cruz sobre la frente de la persona, Convertíos y creed en el Evangelio (Mc. 1,15), remarcando la realidad, Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás (Gn. 3,19)
Griegos, los egipcios, los judíos y los árabes, entre otros pueblos de Oriente Próximo, acostumbraban a cubrirse la cabeza de ceniza en señal de luto o duelo. En Roma Antigua, como hoy, es una invitación a la Humildad, al reconocimiento de nuestra Nada.
Elio Galo, mi amigo me mira con asombro ante ésta disertación que le hago y a él, sólo a él, le digo el motivo de traer al blog esta reflexión.
Nada carece de sentido. Algo ha sucedido que me ha movido a escribirlo y dejar, entre líneas, el motivo y la finalidad del mismo. La aptheosis https://es.wikipedia.org/wiki/Apoteosis, contarnos entre los justos, no nos corresponde celebrarla ahora, aquí, en la tierra. Hay que ganársela en el día a día