La fuerza de la palabra

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Hace viento. Viento suave y frío. Las nubes anuncian días de lluvia. Este tiempo invita a conversar alrededor de unos troncos que arden en el hogar. Roma, Idibus Februariis ante diem IX Kalendas Martias.

Estoy en casa de Elio Galo a quien procuro visitar de vez en cuando. Ante nosotros se extiende una ciudad próspera.

Hacía mucho que no charlábamos, casi un mes o tal vez más, y no será por falta de vivencias. Tanto mi amigo como yo siempre tenemos algo que decirnos. Él de sus plantas y yo de unas obligaciones que me busco sin necesidad. Ambos hemos decidido que lo pasado, pasado está y que por delante tenemos mucho que aportar todavía.

Comenzamos hablando de lo raro del tiempo climatológico. A él le parece normal. Gracias a la bonanza del clima Roma puede expandirse y el comercio se desarrolla con fluidez. Algo parecido a lo que hoy, dos mil años más tarde, vivimos. Nada nuevo, concluimos: La Tierra es redonda y va a su bola. Y reimos.

– ¿Cómo van las cosas, Joaquín? Parece ser que, por lo que me has adelantado, se presenta un año con bastantes visitas a la ciudad?

– Sí, te sorprenderá, pero ya hay quien ha reservado fecha para Iunius (Junio). Los Bañales están de moda, Elio. Algo debe estar haciéndose bien por parte de quienes desde hace 15 años estudian los restos que han llegado hasta mis días.

– Pues…a juzgar por el semblante…no pareces feliz.

– Lo estoy, de verdad, pero no puedo evitar una cierta preocupación. Cada vez que vengo tengo la misma sensación. Una sensación que es mezcla de impaciencia, de inseguridad, siento que debo reestructurar el discurso… Siempre temo no decir todo lo necesario, no sólo para que pasen los visitantes una mañana agradable entre las ruinas rememorando un pasado brillante, quiero que se vayan motivados queriendo saber más de vosotros.

Faltan ¿cuántos? ¿cuatro días?

– ¿Para la nueva jornada de visitas? Sí, cuatro, según me anunciaste. Será una visita más, ya verás. La gente lo pasará bien. Seguro que se sorprenden al ver que no son tan diferentes a nosotros

Se hizo un silencio mientras contemplábamos el fuego del hogar y tomábamos unos vasos de passum, vino fuerte pero muy agradable de tomar. Reminiscencias cartaginesas.

– ¿Qué les diré?, pensé en voz alta.

Siempre me gusta empezar la visita con algo intimista que acorte distancias y desmonte mitos. Puedo hablarles del último libro que he leído, de la vida que llevabais en el Imperio, les puedo hablar de ti… de lo parecidos que somos en nuestras vidas. No sé, no me gusta llevar guión. Me parece que es como ponerles un corsé: Yo hablo, ellos escuchan. No, no me gusta. Cuanto más pregunten y más cercanía, mejor.

– Nunca te ha ido mal, al menos eso es lo que oigo que dicen. Siempre surge algo anecdótico que alegra la visita. No debes preocuparte.

– Es mucho lo que me gustaría decir a quien viene a la ciudad y es poco el tiempo que queda para tanto como quiero hacer. Es como si no hubiera hecho nada en mi vida, es insatisfacción. Me gustaría poder ir a todos los lugares de enseñanza posibles y decir a los profesores que, contra toda ley que capa el conocimiento, la Historia es maravillosa, que no deben cejar en el empeño de que no se convierta en “una maría” tediosa que hay que pasar cuanto antes. Y me inquieta no poder hacerlo. ¡Siento tanta impotencia! A cambio me consuela algo que leí en alguna parte: “… has tenido hijos y has vivido una vida ¿Qué más puedes pedir a Dios?”. Pues pediría borrar esas frases lapidarias que pesan en mi recuerdo como losas y que tanto condicionan mi vida. Se dijeron seguramente desde el cariño, pero con poca fortuna y en el momento menos adecuado. Y pesan mucho.

En una ocasión leí un trabajo de un amigo que dedicó el final de su estudio a las inscripciones romanas: la Epigrafía. En un tiempo como el de Roma en que no había papel como lo conocemos hoy, ni medios para poder transmitir las noticias como  en nuestra tecnológica sociedad, Julio César, un hombre del pueblo,  consiguió que las sesiones del Senado romano fueran conocidas por el pueblo llano poco alfabetizado mediante tablillas, pergaminos, grabando en piedra o por medio de los praecones, pregoneros que sí sabían leer y vociferaban las noticias en las plazas de las ciudades, un pueblo al que tanto se le negaba por parte de los “Optimates”, quienes no se conformaban con conquistas y esclavitud de pueblos enteros “por el bien de Roma” (y de sus intereses personales, claro), sino que a los propios los dejaban fuera de toda decisión de gobierno porque ellos eran los “Patres conscripti”, los Patricios, https://bloglatin.files.wordpress.com/2020/09/2.-la-organizacion-social-y-politica-de-roma-con-imagenes.pdf, aquellos descendientes de los fundadores de Roma, casi puedo decir sin temor a equivocarme que se creían los salvadores, los que sacaron de la barbarie a los integrantes de las tribus que constituyeron la primitiva Roma. Tener al pueblo informado fue un gran triunfo del “Popular” Julio César, alguien llamado a reformar la sociedad romana, reforma que continuaría su sucesor Octavio Cesar Augusto. su hijo adoptivo, el Princeps de Roma.

– Ya, y ¿qué tiene que ver todo esto que me dices con tu ánimo? Es una visita más.

– Pues tiene que ver mucho, verás.

Acabo de leer a Santiago Posteguillo y su última publicación, creo: Maldita Roma. Anteriormente he leído a Emilio del Río, otro gran comunicador al igual que Nestor F. Marqués y a la mismísima Colleen McCullough. Son años leyendo-estudiando Roma.

Pues bien, Santiago Posteguillo en su trabajo describe con todo lujo de detalles cómo un personaje, Cayo Julio César, nacido por decisión de su madre, Aurelia, en el barrio más pobre de Roma, la Subura, va creándose un Cursus Honorum, partiendo del estrato medio-bajo de una sociedad marcada por fuertes diferencias: Patricios, ciudadanos romanos, hombres libres y los esclavos, servidores muy mal pagados y peor tratados por todos los anteriores en no pocas ocasiones. Al menos Julio, permíteme el trato familiar, tenía un tío que fue Dictador, cargo importante nombrado por el Senado en tiempos conflictivos para el Estado. Se llamaba Cayo Mario y, como no podía ser de otro modo, quien goza de poder, siempre es envidiado y en éste caso la vida del joven Cayo Julio César, tan marcada por la de su tío Mario, siempre tendrá, como espada de Damocles, la familia de Lucio Cornelio Sila (de Pompeyo Magno hablaremos en otro momento, si te parece) enemigo político de la gens Julia, de origen troyano, tal vez descendientes de Rómulo, cuando no de la mismísima Venus, como gusta decir de su origen el propio Julio. En cualquier caso, por muy “patricia” que fuera la familia, la fortuna era escasa, un gran impedimento para triunfar en “política”. Antes y ahora, añado, y a mi experiencia me remito.

Sencillamente, me gustaría saber más para ser mejor comunicador.

– Ya, bien. Muy loable tu deseo, pero disfruta y deja hacer al tiempo que pasa igual para todos y los que vamos cumpliendo muchas décadas sabemos que pone las cosas en orden. La ventaja, quizá, de estar jubilado es que organizas tu tiempo de otro modo y lo dedicas a aquello que en otro momento no era posible pues eran otras las obligaciones y los condicionantes de la vida. En tu caso estudiar Historia es un paso para saber el por qué de la sociedad en la que vives. Es un privilegio, máxime con los maestros que tienes.

– Si, es cierto, precisamente como dije en otro medio, días pasados estuve comiendo con uno de ellos con el cual estuve recordando un tiempo que me llenó de modo extraordinario. Con él aprendí Arqueologia, Llegó a decirme que hice cosas muy positivas y se lo agradecí. No tenía conciencia de ellas. Convivir y compartir experiencias con él fue un lujo impagable a mi edad, ya pasados los 65 años. Él supo transmitirme su entusiasmo y eso mismo es lo que me inquieta…Querría hacer lo mismo, pero ¡me falta mucho que aprender…!

Por ejemplo: En su trabajo de doctorado éste amigo vino a concluir que “… las inscripciones epigráficas nos dicen dos cosas, o bien se hacen dirigidas al culto de una deidad, cuestión que parece muy noble, o simplemente son para homenajear a alguien a quien se admira, aunque es posible que se dé una tercera, decir algo de uno mismo”, tal vez no sea textual, pero así lo comprendí. En cualquier caso la Epigrafía es una fuente de información valiosa para comprender qué motivaba la vida de las personas de tu tiempo. En Los Bañales tenemos algún ejemplo.  Hoy, porque así nos lo dicen quienes creen saber del comportamiento humano, simplemente escribimos. La cuestión es ¿para qué y para quién?

Personalmente, Elio, pienso que lo mío es sólo un descargo mental y un deseo de anunciar que, a pesar del tiempo transcurrido, como quiera que el hombre sigue siendo el mismo desde la Creación (que quieres que te diga, creo en un Dios que siempre estuvo y está ahí), aquellos tiempos son anuncio de los nuestros, réplica exacta, pues que el hombre no ha cambiado y escribo por si alguien gusta de leer lo escrito, pero me frena hacerlo más y mido mis palabras porque esas frases lapidarias de las que te he hablado, han quedado muy  grabadas en el muro de mi memoria.

Si en el devenir diario repetimos a una persona que su saber es pura fachada, pedantería (no se suele decir tan claro, suele hacerse de un modo más sutil), ganas de lucimiento… ¿No crees que al final es posible que ése juicio de valor que se apoya en la ignorancia o envidia de quien así se manifiesta, influye en el comportamiento de quien recibe tal juicio? Frases lapidarias, Elio, frías, determinantes, indolentes: Esto que se graba es lo que es y no de otro modo, se da a entender. Epigrafía, Elio, Epigrafía, pero en la mente, fruto de un comentario imprudente, de un juicio temerario tal vez.

La Biología va marcando tiempos, la serenidad es un hecho natural, un tiempo en que se quiere corregir el pasado y aparecen, en forma de afanes, deseos casi incontrolables colmados de claridad, la claridad que da el haber vivido.

Es hora de marchar.

– Quédate tranquilo, Elio, no te preocupes. El 25 de éste mes, Februarius, un mes en que se celebra a los muertos, dará paso a un mes, Martius, en que llega tu Floraria, nuestra Primavera, y la naturaleza se mostrará favorable para iniciar un nuevo ciclo de la  vida y ayudará a generar esperanza y yo seguiré recibiendo visitas en Los Bañales y hablaré de ti y de cómo tu paso por la Arabia Feliz, tal vez si quererlo, fue muy positiva toda vez que ayudó a incrementar “… el intercambio comercial en el Indico durante el Principado y trajo consecuencias económicas, políticas y sociales regionales en un contexto de globalización económica”. Así lo concluye Francisco Pina Polo, de la Universidad de Zaragoza, en su trabajo “El Periplo del Mar Eritreo y presencia romana en el Indico https://www.academia.edu/1258610/El_periplo_del_mar_Eritreo_y_la_presencia_romana_en_el_%C3%8Dndico, trabajo que describe tu quehacer y, también, cómo es posible que la buena voluntad de las personas sea aprovechada por quien carece de escrúpulos y se mueve por intereses espúreos.

Hoy como ayer hay muchos “Sileos” que se nos acercan para su propio interés.

Siempre hay algo por lo que se nos puede recordar y de ti se seguirá hablando mucho tiempo.

Hay que seguir adelante aunque oigamos ladridos a nuestro paso.

“Ladran, luego cabalgamos”, se suele decir, frase mal atribuida a D. Miguel de Cervantes (no lo conoces, faltan muchos años para que nazca) y que la pone en boca de Don Quijote de la Mancha,  cuando realmente algo parecido se puede leer en la obra de J.W. Goethe (1749-1832) “Ladran”, y que dice así: “…En busca de fortuna y de placeres, más siempre atrás nos ladran”

Sigamos, Elio. A lo nuestro. ¡Y que ladren!