Valor de la amistad (en cumplimiento de una dedicatoria)

“Para Joaquín… ayudarás a difundir

la grandeza de la civilización romana TUTO ORBE”

Caesaraugusta Ianvarivs MMDCCLXXVI. a.U.c

Enero de 2013 d.C.

Hace días que mi amigo Joaquín Latorre no viene por Los Bañales. El pasado mes de Maius fue muy movido, muchas visitas, casi sin tiempo para conversar conmigo, aunque me consta que me tiene muy presente pues sabe bien que sus devaneos son los míos. A falta de un modo mejor de conversación con él, tomo las notas que un día escribió en una red social (un modo cuasi impersonal de relación entre personas de su tiempo), sobre la amistad y los medios de comunicación. En ésas notas me recuerda lo que un día dijera Cicerón “…la verdadera amistad no debe medirse por la abundancia de viandas en los banquetes, ni por los placeres que la compañía deparen, (…) debe medirse por la reunión de amigos y la conversación (…) no siendo la cantidad si no la calidad que produce el agrado de la compañía adecuada con la que se disfruta de la vida.” y apostillo lo que, además, Cicerón(1), sobre ella decía, “…la consecuencia de una buena amistad puede prolongarse de modo que pudiera entenderse el amor  como una prolongación de aquella, sólo, y no es poco, acompañada de placer físico obtenido de la persona amada”.

Preocupado como sé que está por mantener una conversación más continuada conmigo, recomendaré a mi amigo que, dada la distancia tan corta que nos separan nuestros lugares de residencia, menos de 33 millas romanas, unos 50 kms para él, todo aquello que desee comunicarme puede hacerlo por medio del cursus publicus, nuestro servicio de correo que, a decir de Suetonio(2), fue creado a instancias de Augusto, “…permitiendo anunciar y dar a conocer más rápida y fácilmente lo que pasaba en cada provincia…” (3), siendo muy posible que el servicio fuera creado a imitación del angarium, red de mensajería real que ya funcionaba en la Antigua Persia. Herodoto (4) , padre de la Historia según Cicerón, describiría en sus Historias  nuestro “servicio postal” en términos de alabanza hacia quienes lo realizaban dado que “…Ni la nieve, ni la lluvia, ni el calor, ni la oscuridad de la noche impiden que estos mensajeros completen sus etapas designadas con la máxima rapidez” (5) circulando por calzadas que fueran una de las medidas más importantes  de la República y que “…cristalizó (…) Augusto y continuada por los Julio-Claudios”.  De modo que “…Numerosos caminos se convirtieron en firmes calzadas, al tiempo que se ejecutaron diversas obras de fábrica para salvar los imponderables topográficos” (6)

Puerto fluvial de Zaragoza

La mejor forma de demostrar la bondad del sistema que propuse fue hacerle llegar mi sugerencia mediante una misiva que diligentemente , por el mismo medio postal, me contestó y lo primero que leo es su sorpresa por la fórmula de comunicación que le describo – realmente a mi amigo cada vez le sorprenden más nuestras cosas – a la vez que me comenta que, en su tiempo, había sistemas similares al nuestro, más rápidos y más precisos, si cabe, y no me extraña.  La “mensajeria” persa la realizaban jinetes y mientras que nosotros ya comenzamos a utilizar carros que permitían transportes más voluminosos, al punto que los mármoles que adornan nuestro Foro bien pudieron transportarse por ese medio desde Carrara (7), a unos quince días de viaje por calzada, hasta Ostia, (8) la salida de la capital al mar y de allí  en naves caudicariae, hasta Dertosa (Tortosa) (9) , remontando el rio Hiberus hasta Caesaraugusta que disponía de puerto fluvial y, de nuevo por carro, por la calzada Augusta que desde Tarraco, pasaba por dicha ciudad hasta Oiasso y que, según el Anónimo de Rávena (10) atravesaría la localidad vascona de Terracha (ibidem) o Tarraca (Los Bañales), donde vivo.

Me sigue contando mi amigo que recuerda cuando era niño.  La mensajería era muy similar a la nuestra y según lo que pagaras por el servicio, se hacía por carro o “autobús de línea”, método novedoso más rápido pero que, como el primero, no garantizaba que recibieras en condiciones el envío ni en tiempo ni en forma. Recuerda fechas especiales del año como las Saturnalias, perdón, Navidad para mi amigo, en que familiares o amigos que vivían en el mundo rural intercambiaban  con  los de la capital productos locales, incluso aves, que el padre – o la persona de la casa experta en ciertos menesteres – debía sacrificar, ya que se enviaban vivas. Recuerda las cestas tapadas con tela gruesa cosida al borde de la misma, o las cajas envueltas en tela cosida que garantizaba la invulnerabilidad del contenido, generalmente fiambres caseros, embutidos ¡Y huevos de corral! primorosamente envueltos en capas y capas de papel para garantizar que llegasen enteros a destino, pues las calzadas, carreteras les llama él, no eran demasiado buenas. La dirección del destinatario se cosía a la tela que encerraba el paquete indicaba a su vez, el remitente. Una carta, generalmente más rápida en su recorrido, el servicio de correos lo controlaba directamente el estado, avisaba del envío y del punto de recogida. Aquí, nosotros, los romanos, llevábamos ventaja pues el mensajero entregaba en persona el envío, e incluso conversaba con el destinatario, pues no pocos mensajes eran verbales por seguridad. Mi amigo debía ir a recoger su paquete a lugares establecidos de antemano.

En su epístola mi amigo Joaquín recuerda con especial cariño el mes de Enero, nuestro Ianvarivs, un mes especial para él, los paquetes dirigidos a ellos, a los niños,  contenían regalos, juguetes, ropa, libros… tal vez en recuerdo de los regalos que recibió el Niño que me dijo nació en Belem, en tiempos de Augusto y al que los Magos de Oriente, según su tradición cristiana, le entregaron oro, incienso y mirra.

En el momento en que nos conocemos Joaquín y yo las cosas son muy distintas para él. Los mensajes se hacen hablando a una caja pequeña, con botones, con la que me dice que se puede llegar muy lejos en el mismo momento que necesitas comunicarte y los paquetes se los llevan a casa. Han cambiado los tiempos, pero no la necesidad de comunicación que tenemos los seres humanos.

Ahora el sorprendido soy yo.

Me manda noticia de que el día 20, Ante Diem XII Kalendas Iulias, vendrá, de modo que nuestra amistad se va consolidando poco a poco en la mediada que nos vamos conociendo mejor. Será una fiesta para mí que paso los días contemplando la gloria de lo que fue la ciudad donde vivo y de la que poco queda pues, además del paso tiempo, desde las gentes llanas a los futuros reyes (será en 1212 que un rey aragonés Pedro III confirmará las propiedades que donará al Monasterio de Cambrón, tomando las piedras de mi ciudad) (11) (12), pueblos que la ocuparon e intereses unas veces y desinterés las más  la despojaran de todo, obligando a imaginar a quien nos visita hoy cómo fue ésta “pequeña Roma” que fue Terracha en mis tiempos. ¡Tan igual debió de ser a la capital: Roma!

A quien corresponda le digo que, dentro de sus limitaciones, mi amigo trata de cumplir la dedicatoria ayudando a difundir la grandeza de la civilización romana TUTO ORBE” . Por mi parte, yo, Elio Galo, trato de inspirarle para facilitar su empeño.

Terracha (Los Bañales) Ante Diem III Idus Iunias

Nota del administrador: La presente entrada, adaptada a la fecha actual, se publicó Ante Diem VIII Ides Octobres, en Facebook de Joaquín Latorre Abella