De fiesta en fiesta

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Con la puesta de sol se da por finalizada la fiesta Poplifugia. Elio y yo vamos comentando, de regreso a casa,  cómo al día siguiente, pridie Nonas Iulias, pasaremos una no menos importante festividad, la Fortunae Muliebri, que se remonta al siglo V a.C. La República se acababa de estrenar como forma de gobierno en una naciente  Roma y una serie de hechos mezcla de éxitos militares, traiciones y gestos heroicos, ésta vez con  las mujeres como protagonistas de los mismos, llevó al Senado a determinar que en homenaje a las heroínas se construyera un templo dedicado a la diosa Fortuna Muliebris, protectora de las mujeres que se habían casado una vez, las cuales eran consideradas piadosas y fecundas y por tanto únicas en poder venerar las imágenes de la diosa y a cuya protección se acogían las emperatrices.

Va a ser un día nefasto, día consagrado a la diosa y sólo se van a permitir hacer aquellas acciones que si se dejan de realizar pueden generar perjuicios personales o a la sociedad en general.

Ya en casa, diligentes Aine y Alucio, los sirvientes de mi amigo, han preparado una cena en la que no han faltado unas suculentas gachas con verduras de cultivo propio, y queso con miel para postre. Algo de vino rebajado con agua ha completado lo que más ha parecido un  refrigerio por lo austero de la mesa.

En el centro, nave principal de la siderúrgica Ferrofabril, Burgos, hoy desaparecida. A la derecha, vivienda y oficinas de gerencia

-La fiesta de mañana me recuerda un tiempo en el que yo gerenciaba una pequeña empresa siderúrgica en la que era obligado  mantenerla activa seis días de la semana, las veinticuatro horas del día, normalmente de lunes a sábado inclusive y en la cual,  en llegando las primeras horas del domingo, día de descanso oficial, de madrugada, se procedía a desmontar los elementos productivos, hornos principalmente, que eran reparados a lo largo del domingo de modo que el lunes estaba operativa la fábrica para afrontar una nueva semana a plena producción.

Recuerdo haber ido por aquellos días a las autoridades eclesiásticas, previa autorización de las civiles que debían evaluar las razones de no respetar el domingo, a pedir permiso para que los trabajadores que participaban en las labores de reparación de la maquinaria en “una fiesta de guardar”, como solía decirse, estuvieran eximidos de asistir a los actos religiosos que como creyentes se recomendaba cumplir, festejando así un día dedicado a Dios.

-Te habrás dado cuenta Joaquín, que nuestro día a día está marcado por los dioses y la superstición, intervino Elio, aunque siempre tratando de controlarlos nosotros; a los primeros para mantenerlos contentos con gestos de atrición y a lo segundo buscando un beneficio en lo cotidiano.

Siempre ha sido así, musitó con cierta resignación.

Qué contestarle. Es un  proceder que se mantiene en mis días, pienso. Forma parte, tal vez, de nuestra esencia.

Y comenzamos una larga sobremesa a la luz de una crepitante lucerna, observando una ciudad dormida. Aine se ha retirado a descansar. Alucio, adormilado cerca de nosotros, está pendiente de cualquier necesidad que podamos demandar. Es admirable su dedicación a mi amigo.

Los pensamientos nos llevan a reparar en recuerdos que acrecientan la sensación de madurez en nosotros. Sin darnos cuenta, durante la fiesta, en el campo, nosotros hemos sido centro de algún corrillo de jóvenes que nos demandaban “historias”, las más de las veces de acciones que hemos llevado a cabo y cuyo valor acrecentamos conforme pasan los años y nuestro deseo de trascendencia precisa para que se nos recuerde.

Hace calor y la ausencia de nubes permite a una creciente Luna dibujar sombras y realzar penachos de humo hipnotizantes en un silencio sólo roto por algún que otro exceso, resto de una jornada festiva huyendo de sí mismos.

Y nos dejamos envolver por la noche.