Subir alto para ver

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El Pueyo de Los Bañales

Querido Elio, ya es hora de sentarme ante mi escritorio y ponerte al día. Están siendo tiempos muy interesantes según me parece a mí.

Habrás oído, y visto también, sobre el ir y venir de gentes de rodos los lugares e intereses durante los últimos días – ¿ cuánto tiempo hace que no te digo nada, que no hablo contigo ? Metido como estoy en una vorágines de emociones y quereres que parece que tienen ganas de salir, justo ahora, que siento que me queda poco tiempo para poder seguir viéndote y conversar de nuestras cosas.

Con la frescura que proporciona el corazón cuando se le deja expresarse, he querido dejar constancia de mis inquietudes en el título que encabeza mi carta de hoy: Hay que subir alto para ver, pero éste punto de partida trae otra reflexión que me acompaña desde hace más de sesenta años: Hay cosas que sólo se ven claras, con ojos que han llorado. Y ahí estamos.

El Pueyo de Los Bañales, suelo decir a quienes nos visitan, es una magnífica atalaya, metáfora – Aristóteles definirá cuál es el sentido de la metáfora en la poética y retórica – del lugar en el que nos debemos situar si queremos favorecer la visión de nuestro paso por la vida: Luz vívida que, en palabras de Luis Antonio Alonso Martínez – https://astorgaredaccion.com/art/6042/el-significado-de-la-luz-vivida – “…(es) en la que profundizo (y que) es la luz de los sentimientos”, luz que, sigue diciendo que “…lo es todo en un cuadro y que sin ella no hay motivo ni objeto”. ¿Y que es nuestra vida más que un cuadro de personajes, situaciones y sentimientos variopintos?

El Pueyo me permite ensoñaciones que, por debajo de él, hablo de Los Bañales, de otro modo es difícil tener: Su mole impide ver la totalidad del entorno donde se ubica si te quedas en su falda, y en el entorno, y en el mismo, un día hubo una vida de la que somos reflejo, cuando no copia precisa.

En el tiempo que no he podido hablar contigo he tenido ocasión de escuchar aspectos de la vida que, como bastión de una pequeña pero importante ciudad romana en las Cinco Villas, ha quedado impresa en tus piedras para quien quiera cerrar los ojos y revivirlos.

Estoy seguro que nos has visto pasear por los alrededores donde mi imaginación sitúa tu vivienda – a saber cuantas veces no habrán considerado en mí un cierto aire de locura cuando he dicho a mis acompañantes que te veía tras la ventana de tu casa observando nuestro paso – nada ostentosa, pero orientada a un mediodía que te procura luz y calor, lo menos que se puede pedir a una vivienda en la que retirarse después de una vida cargada de experiencias. Cerca de ella quise situar la mía en mi retiro para llenar mis ojos de verdes y ocres, de grises y azules, de blancas nubes y de nieblas que dan un aire fantasmagórico a la ciudad en los inviernos. Y el viento, que procura un aire límpido preñado de tantos olores como flora lo rodea…

Estos días pasados en que no te he visitado he podido saber sobre la vida e importancia que la mujer tenía en la sociedad en la que viviste, importancia no menor a la que siempre ha tenido bajo mi punto de vista, hasta donde alcanza mi conocimiento.

Escuela de Atenas

-No cabe duda que, si les has hablado así, pensarán que algo de cordura has perdido, me interrumpe mi amigo. Coincido contigo en que sin perder nuestra entidad, como sabes soy sirio, adopté unas costumbres y modos de vida que me hacían sentir poderoso al pertenecer a la nueva cultura, la romana. No éramos ni más ni menos que cualquier otro ser humano, o quizá sí, con la seguridad que permitía contemplar la vida de un modo más ecuánime, ya no digo más justo, más cercano a la realidad donde se encuentra la verdad, “…esa continua búsqueda , inacabada siempre”, que diría Sócrates.

-Cierto Elio, pero tal vez, es posible que también en esto se repita la Historia, el hombre de hoy, imbuido por adelantos impensables en tu tiempo, cada vez más, se siente más único y especial en su modo de estar y ser, tanto que intenta desprenderse de la trascendencia, como si antes de él no hubiera habido nada digno de tener en cuenta y, por supuesto, tras él no vendrá nada más que un ejército impersonal menos trascendente aún.

Como sabes, creo que te lo comenté, he comenzado a leer una publicación sobre los dioses vuestros escrita por Néstor F. Marqués, al que sigo habitualmente, “Que los dioses nos ayuden” – https://www.casadellibro.com/libro-que-los-dioses-nos-ayuden/9788467063417/12381531 – y de dicha publicación extraigo una afirmación que hace el autor que, más o menos, dice así: “… en Roma los dioses no anteceden a los hombres (entiéndase “hombre” en el artículo neutro todavía en uso en mi Gramática), más bien los preceden como consecuencia de los miedos y supersticiones tan habituales en tu momento. Vuestros dioses son tantos como falta de explicación tenéis a los fenómenos y circunstancias que os rodean, de ahí unas deidades tan humanizadas que no se privan de las bondades y defectos de los seres humanos. Como ahora, quizá, si es que se sigue creyendo en alguna deidad.

Ha sido un tiempo el pasado reciente en que la duda, sigo en ella, me acompaña de continuo, al punto de plantearme si merece la pena seguir visitándote, indagar en tu tiempo, preocuparme de lo pasado… ¡es todo tan desprendido de realidad lo que se nos quiere hacer vivir! Incluso, fíjate, hay una máxima “Vive y deja vivir”, que se traduce, según https://es.catholic.net/op/articulos/66245/cat/1248/vive-y-deja-vivir.html#modal en que “Vivimos volcados en el momento presente, al que hay que sacarle el jugo sin necesidad de hacernos preguntas inquietantes y perturbadoras.” o dicho de otro modo, la sociedad en la que vivo “… trata de prestar atención al momento”, vuestro carpe diem, tópico literario en el que se anima a aprovechar el momento presente sin esperar el futuro, tan falto de esperanza, como manifestara Horacio en su poema número 11 del primer libro de Odas dedicado a Leucónoe “…carpe diem quam minimum credula postero“, https://www.culturagenial.com/es/frase-carpe-diem/#:~:text=La%20expresi%C3%B3n%20fue%20acu%C3%B1ada%20por,no%20conf%C3%ADes%20en%20el%20ma%C3%B1ana%22 . Pero ahí sigo, Elio, pensando en cómo completar o engrosar nuestro blog dedicado a quien tenga un poco de tiempo para dedicarnos, aunque padecemos de un mal ancestral no siendo profetas en nuestra propia tierra.

-Cualquiera que te lea va a pensar que eres un pesimista irredento, Joaquín.

-Tú sabes que no lo soy, Elio. Simplemente no puedo evitar dejar de ver como alguien que ha vivido con los ojos abiertos y bebido de muchos manantiales, analizar y establecer paralelismos. Como humanos… ¡Somos tan previsibles!

Y para que veas que no todo es negro o blanco te diré que puedo constatar cómo nuestro paso por la vida puede, sin ser conscientes de ello, influir en la vida de los demás. Por ser muy personal el tema y no ser éste el mejor medio para dar a conocer la experiencia vivida hoy, te la contaré en privado mañana. Puedo adelantarte, eso sí, que los hechos nos remiten a veinticinco años atrás, que el caso ya se había perdido en mi memoria. Creo que no debo decirte más y que lo sucedido me ha traído una sonrisa de esperanza.

Mi atalaya es la lectura. Nada mejor para adquirir altura de miras desde la que poder valorar. Y el silencio, algo que unos llaman oración, otros reflexión, otros… No sé. Sólo sé que es preciso subir alto para mejor ver… y comprender

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