Provocan murria

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Es extraño que lo diga yo, Elio, pero es lo que siento: murria, me dan murria.

Cuando decidimos escribir sobre nosotros era porque, de algún modo, sentíamos la necesidad de defendernos de nosotros mismos y justificar ante los demás nuestro comportamiento en lo que constituye un ejercicio de confianza en el género humano buscando comprensión, aunque no sea más que porque “el más justo peca setenta veces siete”, lo cual debería cargarnos de empatía para evitar cualquier juicio, en las más de las veces, temerario.

Hoy quiero comentarte dos sucedidos, que es como llaman los modernos a las vivencias personales.

El primero está cargado de esperanza toda vez que, en medio de un mundo que se nos presenta descreído, que se crucen en nuestro camino personas que no tienen ningún reparo en manifestarse sencillos y firmes en su fe comienza a ser un milagro y constituye un motivo de reflexión porque no nos es ajeno su comportamiento: el tiempo da una planicidad en materia de espiritualidad, quizá motivada porque no fuimos honrados con Dios cuando le decíamos que creíamos en Él o, en el mejor de los casos, porque nuestra fe era de carretero llena de “ójalas” encubiertos. No lo sé, Elio. Tal vez con el tiempo aprenda a parar para reflexionar dándome tiempo para comprender.

-Porque, ¿me escuchas cuando te cuento mis vivencias?, me interrumpe Elio. Tengo la impresión de que eres “muy de tu tiempo, Joaquín”. No escuchas cuando se te habla. Yo mismo empleé ése medio de comunicación para hacer saber a la población cuestiones de gobierno que les afectaba. No teníamos vuestro medios, tan modernos, dices ignorando que fue Thales de Mileto, en torno al siglo VII a.C., cuando Roma comenzaba sus balbuceos como Estado, observó fenómenos de atracción que sucedían entre piedras y trocitos de hierro y éstos a su vez entre otros… Sucedió en Magnesia del Meandro, en Anatolia, lo que vosotros conocéis como Turquía. Con poca muestra de originalidad al fenómeno le llamaron magnetismo en honor a la ciudad, tal vez. Hasta Sócrates habló del mineral de “color negro que produce inducción magnética” que los latinos traducirían como “acción y efecto de mover, persuadir, (…) un objeto sin tocarlo”

-Te cuento. En tu tiempo, allá por el 26 a.C., hace no más de una veintena de años que se publica el “Acta diurna”, una hojita con información pública que se colocaba a la vista de la población para que, aquellos que supieran leer, pudieran saber de cuestiones legales, edictos… decisiones de magistrados que afectaban a la población. Normalmente éstas hojitas, el lugar donde se colocaban, era custodiado por legionarios, pero ¿por qué ésa cara?, le digo a mi amigo que me mira con vehemencia.

-Porque me hacen gracias tus prejuicios, Joaquín.

-Te pido disculpas, Elio, es verdad que, porque viviste hace tanto tiempo, pensamos ahora que sabéis menos que nosotros, cuando la diferencia entre tus conocimientos y los nuestros sólo son de carácter tecnológico, pero sigue pues algo me dice que tu origen sirio te hace conocedor de algo más de lo que me has dicho.

-No se si se puede decir que sé más, pero sí puedo decirte que por medio de quienes viajan al extremo oriente, nos llegan noticias de cosas que allí se viven y que demuestran que no somos únicos a la hora de descubrir el mundo que nos rodea y sus fenómenos.

Apoyados en nuestro desconocimiento, quienes vuelven de allí, muestran cosas que sorprenden a todos y que emplean para atribuirse poderes que en no pocas ocasiones son para engañar al incrédulo y obtener beneficios de su ignorancia. Yo mismo he oído decir que los chinos utilizan una barrita de hierro que es atraída por la magnetita.

-Es verdad. Algo he leído al respecto. Pero no es hasta el siglo XI, ya en mi era, que se le denominará “brújula” y que se usará para saber donde está el Norte, aspecto éste importante para navegar con seguridad, aunque Homero ya habla de que los babilonios tienen desde hace siglos un dios, Marduk, una estrella que marca el “lugar de transición”, Thuban”, que nosotros llamamos “Estrella polar”

-¡Y pensabas que habéis descubierto el Mare Nostrum!, dice mi amigo soltando una carcajada. Pero ¿qué me querías contar sobre no sé qué vivencia que has tenido hoy?

-Si, me he ido un poco del tema pero no creas que tanto, Nosotros usamos el magnetismo en muchas de nuestra actividades y en materia de comunicación quizá sea de los mas importantes usos. Hace ya tiempo que se amplío el conocimiento del magnetismo asociado a la electricidad que los griegos sólo conocen en su manifestación estática y que no será hasta muchos siglos después, en el siglo XVIII d.C. que no se descubra la electricidad en su manifestación “dinámica”. Bueno, pues todo ello nos lleva a que hoy disponemos de un aparato que llamamos teléfono, un dispositivo que nos permite hablar a distancia sin necesidad de dejarnos la voz para que se nos escuche.

El hecho es el que sigue: Por razones que no vienen al caso, hoy ha venido una persona a ponerme un sistema de telefonía, el más moderno me ha dicho, que mejora el que ya tenía. Cuando tras manipular cables y teclas en otro invento moderno que le llamamos ordenador – otro día te explico qué es – exclama: ¡Que bueno es estar bendecido! y dirigiéndose a mi me explica:

-Es bueno acordarse de Él – se refiere a Dios, nosotros sólo creemos en uno – por la mañana, al levantarse. El resto del día sientes que estás bendecido y todo te sale bien “a la de una”

Me quedo sin palabras y he asentido con la cabeza mientras le sonreía.

Algo tan simple ¡Con que facilidad lo olvidamos!, he pensado.

Otra cuestión que te quiero contar, y es la que me provoca murria – sinónimo de tristeza, abatimiento, melancolía – es una noticia que me ha llegado y que no debería afectar a nuestra amistad.

Hace tiempo que estamos gozando mutuamente de sucesos que compartimos en nuestra ciudad, Los Bañales. A ti te viene bien, creo yo, puesto que las buenas gentes que nos visitan saben de tus aventuras y descubrimientos – porque se los cuento yo – y a mi me viene fenomenal porque me agrada poder comunicar tanto como me enseñas de tu tiempo, ciudad y costumbres.

Bueno, pues es posible que ésta situación, la nuestra, haya provocado envidia – vamos a dejarlo en celos – de modo que se pretenda impedir que sigamos viéndonos.

La cuestión no tendría mayor importancia si no fuera porque ésta situación al haber sido vivida con anterioridad, me crea gran confusión y desasosiego: Cuando todo va bien para nosotros, tienen que venir a destruir lo que hemos hecho juntos y, como ya sucedió una vez, alguien saldrá perdiendo y mucho me temo, aunque no sea más que porque a mi edad sólo se quiere que se nos deje vivir – o comenzar a morir, según se mire – en paz.

“Nunca perseguí la gloria…” diría el poeta. Yo simplemente quiero vivir sueños que me digan que he pasado por la vida intentando hacer las cosas lo mejor que he sabido, podido o me han dejado hacer.

Hubo una vez que, antes de crear problemas motivados por el miedo de un tercero, abandoné mi vocación volviendo a lo que se me impuso de adolescente, con la mejor voluntad fraternal, eso sí. Nunca he renegado de aquella imposición. Muy al contrario. Aquél deseo materno me produjo y me sigue produciendo muchas satisfacciones. Pero no era mi vocación. Donde me siento muy a gusto es enseñando.

Los Bañales me han brindado ésa posibilidad, la de enseñar, a la vez que me permite la de aprender. Al parecer, ambas, podrían perderse. Al menos una de ellas, la de enseñar, porque la otra no hay poder terreno que me impida llevarla a efecto mientras la cabeza lo permita.

Esto es lo que me da “murria”, esto: El ver cómo las cosas pueden cambiar a causa de la arbitrariedad de la ignorancia.

Entre un hecho y otro han pasado cuarenta años. Sin embargo, aunque todo ha cambiado mucho, no han cambiado los patrones: No importa el mal que hagas cuando de anular al otro se trata. Es un acto de desprecio que sólo lo pueden provocar la soberbia y la envidia. Esto también forma parte del “no matarás” que nos manda nuestra creencia y que vale lo mismo para quien careciendo de fe, debería aplicarse lo que el Oráculo de Delfos recomienda: Respeta al anciano.

Ya constaba en mi agenda, incluso me marqué un plazo, lo escribí en ella al iniciar el año, que debía prepararme para ir dejando paso a otros más jóvenes y yo pasar a ése estado que pide mi biología, más tranquilo, más “de ir acabando cosas” para no dejar nada empezado, lo cual no significa olvido de una buena amistad: la nuestra y la de todos aquellos con los que compartimos ésta pasión que se llama “enseñanza” y, si puede ser, con unos toques de “magisterio”

Ya te contaré como van las cosas. El futuro promete y si no, al tiempo.