Hoy, querido Elio Galo, reconozco que me puede el desánimo y tan sólo voy a llevarte a mi perfil de Facebook donde días pasados expuse mi opinión, y alguna reflexión, sobre lo que me parece aplicación clara de la injusticia y manifestación fehaciente del hedonismo que nos invade: Yo, yo y siempre yo y lo de los demás no me importa si no me encumbra sobre ellos.
Copio y pego mi textos publicado el 5 de Junio en la red Facebook.
«Lo que para los más puede parecer un gesto de amargura o resentimiento, para quien ve pasar los años tratando de aprender de cada día algo que, si bien no repara lo anteriormente mal hecho, sí que le sirve para evitar repetirlo.
A ése proceder se le suele llamar filosofía de vida o, directamente, sabiduría adquirida.
Una consecuencia de ello es el trabajo que hoy cuelgo y que no deja de ser una reflexión fruto de los tiempos que paso «hablando conmigo mismo – Antonio Machado, Retrato – apoyado en la esperanza…», algo similar a lo que Séneca recomienda a Lucilo en sus «Epístolas morales» 31,11: «Hemos de buscar un bien que no empeore de día en día, al cual no puedan ponerse obstáculos. ¿Y éste cuál es? El alma, pero siempre que ésta sea recta, buena y grande…» y le sigue hablando del dios que habita el cuerpo humano, ésa «…grandeza, que Eurípides deseó al alma que habita un cuerpo miserable»
Buscando las citas anteriores recuerdo un punto del libro de Irene Vallejo – «El infinito en un punto» – en el que reflexiona sobre la bondad de leer a los clásicos, algo que pocos pueden hacer, o al menos conocer citas que nos lleven a la reflexión. Para quien busca la mejora del alma, es un acicate que te lleva a desear leer hoy, al completo, lo que en otro tiempo no puedo ser. En la mayoría de edad ¿Qué mejor modo de emplear el tiempo?
El trabajo en cuestión lo titulo «Pues amarga la verdad…» parafraseando a Quevedo.
PUES AMARGA LA VERDAD
“Por qué la gente te envidia en lo bueno, ignorando cuánto hay de esfuerzo en conseguirlo?”. Con ésta pregunta comenzó una larga serie de confidencias de un desconcertado joven al que conocí y al que aún trato con placer dado lo profundo de sus reflexiones. Es obvio que ha crecido, que dejó de ser el niño hace tiempo a pesar de su edad y que, en conociéndolo, sé que hay mucho de forja personal sin fuste en su maduración.
Y me dio que pensar: La envidia.
Agradezco la sencillez con la que se muestra la mano del Forjador Supremo que permite a los oídos permanecer limpios para mejor captar sus mensajes. La serenidad me envuelve y me dice, muy queda, “no eres moneda que a todos guste” 2.
-¿Qué tiene que ver la envidia con la “monedita de oro” que se dice popularmente?, me pregunta Elio Galo
-Pues sí que tiene que ver, le contesto
No recuerdo haberte hablado, querido Elio, de mi gusto por la radioafición3. Es algo que me viene de lejos, pero sólo hace muy poquito tiempo puedo practicarla.
Ayer sin ir más lejos, con muy poca esperanza de lograr algo, me puse ante el micrófono de mi emisora y comencé a buscar a alguien con quien hablar, algún desconocido de cualquier parte del mundo que comparta la afición, y la sorpresa fue grande cuando al comentar donde me ubicaba, una persona recordó haber estado en éste lugar mío hacía mucho tiempo – más de treinta años – con motivo de un evento que organicé con unos amigos en favor de una naturaleza viva que los intereses económicos de unos pocos deseaban destrozar. Y recordó la pancarta que encabezaba la marcha y las charlas y a quienes escuchó en aquél tiempo defendiendo, como el David bíblico, un ideal de vida.
Agradecí la cita y me presenté. Él era uno de los miles que acudió a la llamada de apoyo y yo un desconocido para tantos.
Es la magia de la radio. Mi pensamiento vuela hacia quien me ayudó a hacer realidad un sueño de adolescencia.
Nada bueno de lo que hacemos queda sin reconocimiento y, aunque no nos esté asegurado disfrutar sus frutos, ahí queda. Seguramente será la envidia lo que suscitará entre los de visión corta una inquina que puede hacernos flaquear, pero la buena semilla siempre florece… para distrute de todos.
Ésta carta te la presento, amable Elio, con un verso de Francisco de Quevedo – https://www.cervantesvirtual.com/…/francis…/vida_y_obra/ – aunque la intención del autor, que comparto, me lleve por otros derroteros. En su caso, su reflexión sobre la materialidad, le lleva a la pobreza. En mi caso prefiero pensar que la amargura en la boca, que deberíamos sentir, viene por el silencio que guardamos ante las injusticias. Es lo que llamo “el silencio de los buenos” – https://www.unav.edu/…/content/CnBM7sduyZOb/41837231 -4
Recientemente tuve ocasión de pasear por lugares que recorrí con personas muy queridas, no hace más de diez años. Nuestro paso dejó lo que parecía una huella imborrable del buen hacer, del cariño por la tierra, por la Historia, por la sana amistad que une sentimientos dispares en un fin común y guardé imagen de aquellos espacios hoy irreconocibles con la clara intención de afear conductas de abandono de sumisión a intereses personales y económicos…espúreos en la más de las veces…, pero me frena, para mi vergüenza, el temor a las represalias, práctica habitual del tirano que aparece en el ser humano cuando cree poseer todo, incluso el derecho, para poder manipular y tener la injusticia como norma de vida.
En los citados parajes, sólo como estaba, en un silencio que hablaba, sentí rabia e impotencia. Rabia por la falta de respeto – la injusticia – que supone el no reconocimiento del trabajo ejercido por voluntarios que gustan del buen hacer y disfrutan haciéndolo. Impotencia por tener que guardar silencio para “evitar lo peor” que suele ser el escudo en el que nos refugiamos cuando la madre Prudencia nos dice que no vemos toda la verdad del que tenemos enfrente, concediéndole que es más fuerte que nosotros sólo por su maldad, que no es poco.
Algo hay que hacer para echar de la boca la amargura antes que nos afecte al corazón. Para eso están las imágenes, para recordar y para reconocer a héroes que no presumen de serlo porque lo que les mueve son valores sólo al alcance de corazones generosos.
Aunque la frase se encuentra reflejada en un enlace citado, no me resisto a terminar esta carta sin remarcarla como colofón, amigo Elio. Nunca mejor traída cuando es el propio Antonio María Claret (1807-1870), quién nos recuerda: “Ante el silencio cobarde y la tibieza de muchos, seamos (las) piedras que gritan”
Envidia, injusticia, tiranía, miedo… “Sería (Es) deseable que quienes se sientan incapaces de hablar dejen que sus buenas obras hablen por ellos” 5. Lo dijo un gran profesor en mi recuerdo.
1 Francisco de Quevedo
2 Camino, 20
3 https://www.ure.es/que-es-la-radioaficion/
4 Universidad de Navarra
5 Gerardo Castillo Ceballos
Hoy me he atrevido.
Dedicado a todos aquellos que un día ayudaron generosamente a conocer mejor las Cinco Villas en su pasado.




Año de las fotografías por orden: 1947, 2016, 2016 y 2025