Es peligrosa la orilla del Estigia
Estos días pasados, querido Elio Galo, he visitado nuestra ciudad de Los Bañales en varias ocasiones. Ninguna de las veces he llegado con tiempo suficiente para poder hablar contigo mientras preparo mi discurso para los amigos que nos visitan. Me perdonas, ¿Verdad?
Es mucho lo que tengo escrito dedicado a ti, pero tendrás que tener paciencia. Poco a poco verán la luz nuestras conversaciones.
Sí que te puedo adelantar que han sido días de auténtica prueba. Es como si al cumplir 76 años Pandora, https://arbolabc.com/mitos-y-leyendas-para-ni%C3%B1os/caja-de-pandora, hubiera abierto su caja y me hubiera desparramado sus males, al menos alguno, sobre mi persona.
A duras penas acabé las últimas visitas. Afortunadamente nuestros amigos no se percibieron de lo que acontecía dentro de mí, según deduzco de los comentarios muy generosos que me brindaron. Ya de regreso en casa y tras una rápida consulta en Urgencias médicas, se llegó a conclusiones sencillas pero que denotan la fragilidad del ser humano, tan dado a endiosarse: Mi cuerpo se había quedado sin agua, seco, como una uva pasa.
Fue mediante el reposo y el buen hacer de mi doctora que hoy, ante diem IIII Idus Maias, me encuentro muy recuperado y con fuerzas para seguir trabajando y dar a conocer lo que nos trasmiten los restos de la ciudad bañalense.
En la soledad interior que se produce cuando fallan las fuerzas, trataba de recordar los dioses a los que os acogíais vosotros, los sirios, ésa parte de Mesopotamia que se ha dado en llamar Cuna de las civilizaciones https://es.wikipedia.org/wiki/Pa%C3%ADs_de_Sham#:~:text=El%20Pa%C3%ADs%20del%20Sham%20(en,los%20actuales%20estados%20de%20Rep%C3%BAblica. Busco deidades y ¡vaya que teníais! ¿Alguna os escuchaba? Me quedo con Astarté. Por mi parte sólo pedía al mío, a mi Dios, sólo tengo uno, que me ayudara a salir de ésta situación. Hay mucho que hacer.
Los amigos y mi familia me decían que debía parar, que son muchos años, que vendría bien un descanso, pero me viene a la memoria ahora una frase de San Bernardo de Claraval – ya sé, no le conoces, nacerá en el siglo XI https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bernardo.htm – quien habiendo perdido toda la lozanía del joven borgoñés que le hacía muy atractivo a la nobleza de la época, al menos a la nobleza casadera, su madre le reprochaba el por qué de tanta penitencia que le había llevado a ése estado deplorable físicamenente, a lo cual Bernardo le contestó: Entre Dios y los hombres debe haber un equilibrio. A grandes pecadores, grandes penitentes. https://www.herdereditorial.com/la-familia-que-alcanzo-a-cristo
Yo no soy Bernardo, pero creo que ante la demoledora acción que se ha abierto contra la Historia, a la cual necios políticos – que no estadistas – están programando, tiene que haber una fuerza contraria que recuerde, machaconamente, que la Historia, mal que les pese, no ha muerto, que sigue ahí diciendo a quienes quieren escucharla, los errores que se cometieron y que no deberían repetirse. Pandora nos la jugó con su curiosidad, sin duda.
¿Y que tiene que ver aquí Caronte? te preguntarás. Seguramente tus contemporáneos ya intuyeron algo cuando definían los humores que controlan al hombre su salud, hablaré en otro momento de ello. Hoy se conoce algo más al cerebro humano y sabemos que es más sabio de lo que creemos, que va por libre y que es capaz de defendernos aunque no queramos. Y mi cabeza en su debilidad, tal vez influida por todo lo que voy leyendo de Roma, sus costumbres, creencias y ritos, como si de libros de caballería se tratara, https://es.wikipedia.org/wiki/Amad%C3%ADs_de_Gaula, imaginaba en sus ensoñaciones al pueblo romano, al yacente o al que iba a yacer, acercándose a la Laguna Estigia https://es.wikipedia.org/wiki/Estigia_(r%C3%ADo), donde un Caronte https://lamenteesmaravillosa.com/el-mito-de-caronte-barquero-del-inframundo/ malcarado, vigilaba y determinaba quien cruzaba en su barca y quien no la laguna.
¿Qué regla determinaba para él quien debía de ser embarcado? Observé largo tiempo y pude ver que no todos aquellos que ocupaban la orilla eran elegidos. Sólo a quienes llevaban una moneda en la boca se les recogía. Pregunté por qué ellos y vosotros o yo no. La respuesta era sencilla. Los que no llevaban la moneda sería castigados a vagar por el inframundo sin poder acceder al Hades o al Averno.
Me alegré de no llevar monedas, para tal viaje no hacen falta alforjas y así pude resistir la mirada de Caronte, hosca, ceñuda, oscura. No, me dije, aún no Caronte.