Cuando una idea no abandona la mente, al punto de no dejar que desarrolles tu actividad de modo ordinario, coherente, ordenado, sereno… no cabe duda de que es obsesiva. Siempre presente, como si no hubiera nada más que hacer o pensar, alienante, desestabilizadora.
Cuando en un ejercicio normal de relación con quienes te rodean, tienes que escuchar afirmaciones sobre aspectos personales en los que tu rutina no te ha permitido nunca reparar, quizá imbuido en la idea de que tienes dominada tu vida, cuando esas afirmaciones hacen rechinar tu lógica y sentido común, sólo pueden suceder dos cosas: Que pases por encima de esas afirmaciones en un claro ejercicio soberbio de “qué sabrán de mí” o bien reflexionar sobre lo escuchado y buscar respuesta a las dudas que te han generado, puesto que es cierto que nadie lo sabe todo, ni nadie es la verdad absoluta, toda vez que el ser humano se mueve entre dos aguas, en las que nadas en realidad, y que son las que todo el mundo ve, y en las que te gustaría nadar, a las que aspiras y que están ocultas a la vista de todos.
En cualquier caso, si algo te quita el sueño y, sobre todo, la paz interior… hay que pararse un momento y comenzar a pensar en el por qué.
En estas estaba yo mientras preparo mi próxima visita guiada a los Bañales, cuando Elio, que ve cómo no termino de centrarme en el día a día, me sugiere volver a aquellos pensadores filósofos que casi cuatrocientos años antes de que él se romanizara allá en su Siria natal – Pompeyo Magno la convirtió en provincia romana en el año 64 a.C, tras derrotar a Antíoco III, tan solo once años después de que fundara Pompaelo en el año 75 a.C en Hispania – e inevitablemente su consideración me lleva a Sócrates y sus reflexiones sobre la amistad.
Sócrates, así es él, pregunta a unos jóvenes: ¿Quién es el amigo, el que ama o el que es amado? – https://cogitoergosum-juanmachica.blogspot.com/2014/11/la-amistad-segun-socrates_12.html – y ante la respuesta que se le da – dicen los jóvenes que no hay diferencia – vuelve a plantearles una nueva pregunta: ¿No ocurre, a veces, que el amante no es correspondido por aquél a quien ama? Y ¿no pasa también, a veces, que el amante es odiado? Es obvio que el maestro es hábil en materia de contradicciones que obligan a pensar a aquellos que le interpelan y el autor del blog del enlace arriba indicado reconoce que debe acudir al diccionario de la R.A.E. para trata de centrar el concepto AMISTAD, algo que también hago yo para poder poner algo de claridad en mi mente. El Diccionario nos dice que “Amistad es afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y fortalece con el trato”, definición más fácil de comprender.
En un ejercicio de afirmación de mi creencia acorde con lo definido, busco no obstante la raíz de la palabra y así me encuentro con que Amistad en su raíz latina significa “cualidad de amigo” que a su vez encierra el prefijo “amar-” más el sufijo –icus, lo que nos lleva a relacionar la amistad con el hecho de amar como cualidad. Para los griegos al parecer el tema es mucho más simple: Según algunos estudiosos de la filología clásica, amigo deriva de “amore” mientras que otros afirman que es un vocablo compuesto por “a+ego”, o lo que es lo mismo “sin mi yo”, https://definicion.de/amistad/#:~:text=Hay%20quienes%20afirman%20que%20proviene,significar%C3%ADa%20%C2%ABsin%20mi%20yo%C2%BB.
Etimológicamente la palabra amistad procede del latín “amiticia”, afecto puro, desinteresado y recíproco. Filosóficamente se diría que es la relación entre iguales, fundado aprecio y en la confianza mutua (https://www.filosofia.mx/para-la-amistad-los-griegos-y-los-romanos-platon-aristoteles-y-socrates/)
-No cabe duda que el tema te preocupa, Joaquín, interviene Elio
-Pues a decir verdad… si, Elio. Piensa que según todo lo visto, es bueno analizar si la amistad que practica uno es puramente de utilidad, accidental o tendente a lo bueno, siendo ésta última la ideal, según Sócrates. Incluso en un ejercicio retrospectivo, queriendo conocer más sobre el propio de ser, analizar situaciones pasadas (aunque no muevan molino) puede ayudar para el futuro.
La primera, la mistad por utilidad, busca el beneficio mutuo entre personas, tan propio entre adultos. La segunda, la accidental, es más juvenil, busca el placer de estar juntos en la diversión, en el deporte… y suele desaparecer en la medida que aparece la madurez y se van definiendo gustos y tendencias personales más allá de ese placer y diversión que caracterizaron a la amistad en ése tiempo.
Con todo lo anterior, es obvio que la tercera es la perfecta pues que sólo busca lo bueno y virtuoso de la vida y no se tiene una razón de sacar provecho, sin mercantilismos contaminantes. Lo normal es que éstas amistades duren toda la vida siempre y cuando la persona tenga un cierto nivel de bondad (https://culturainquieta.com/es/inspiring/item/13186-los-3-tipos-de-amistad-que-existen-segun-aristoteles.html). “De la misma manera que aunque todos podemos tener parejas y demás, son sólo pocos los que realmente aman, también podemos tener amigos pero son sólo pocos los que tienen realmente amistades en el verdadero sentido de la palabra.
Personas que carecen de empatía (sentir dentro, significa) no pueden tener este tipo de relaciones ya que es necesario entregarnos, servir y dar nuestro tiempo a la otra persona. Estas amistades no tienen un porqué realmente, como todo lo verdaderamente bueno y valioso existen por sí mismas, sin fines ulteriores”, concluirá el autor del comentario en el artículo del enlace.
-No me extraña que estés tan reflexivo últimamente. Yo también lo estaría porque, aún partiendo de la base de que no se quiere hacer mal a la hora de relacionarnos con las personas, depende del camino que se siga, puedes generar expectativas equívocas que cuando se descubren generan, como poco, turbación simplemente por no coincidentes con las de la otra persona.
-Tú lo has dicho, Elio. No debemos despreciar ningún comentario que se haga en relación con nuestro modo de ser si el comentario procede de un amigo, al fin y al cabo, si hay bondad en ello, sólo beneficios pueden generarse, siempre que la bondad, insisto, rija en ambas partes.
Para Platón, “la amistad es el principio del valor y de todas las virtudes”, mientras que para Aristóteles es “el intercambio donde aprender a recibir y otorgar”, toda vez que “no es noble estar ansioso de recibir favores, porque solo el desgraciado necesita de bienhechores, y la amistad es ante todo libertad. El estado más virtuoso del ser” (https://lamenteesmaravillosa.com/3-tipos-de-amistad-segun-aristoteles/)
-Tras esta reflexión, nuestra amistad, Joaquín ¿de qué tipo es?
-En algún momento te lo diré, Elio. Ahora no. No es el tiempo, pero te adelanto que quiere ser muy próxima a “lo bueno” ¿Y la tuya?