¿Cómo estás Elio? Buenos días. A ti te lo puedo decir. Estoy disgustado. Molesta sobremanera que se tome una parte por el todo ignorando la realidad de las cosas y que se acuse o critique la labor de quienes trabajan por la cultura cuando hay una pléyade de individuos que viven para criticar y maldecir la labor ajena y que bien podríamos clasificar en el orden de los cínicos.
Sin que se pueda decir que me quita el sueño, (quien lo sepa hacer mejor que abandone la poltrona y baje al ruedo) un comentario licencioso sobre mi trabajo en nuestra ciudad me ha ayudado a reflexionar en la praxis aplicada y, que no le quepa duda “a quien corresponda” que me va a ayudar a mejorar con su crítica. Al mal se le vence con abundancia de bien, dijo el santo.
Pero hoy no quiero hablar de tonterías. Hoy quiero comentarte cómo los problemas que vosotros tuvisteis con el embalsamiento de agua, nosotros los tenemos multiplicados por mil, toda vez que nuestras obras son tremendamente faraónicas en el caso que nos ocupa.
Hoy he leído una noticia – https://www.xataka.com/ecologia-y-naturaleza/sedimentos-acumulados-enorme-problema-para-pantanos-ebro-han-tomado-medidas-drasticas – que considero interesante sobre el problema que los sedimentos – los arrastres – están provocando en el Embalse del Ebro, por extensión, en él y en todos los sistemas de retención del agua para su aprovechamiento, bien sea en regadíos o en producción industrial y, como siempre, la memoria de mi historia personal me retrotrae a los 60’s, tiempo en que yo comenzaba mi andadura laboral en una importante empresa de Zaragoza de donde salieron grandes profesionales de todos los oficios.
En alguna ocasión he comentado a mi amigo Elio Galo que crecí profesionalmente entre grandes maestros que facilitaban el aprendizaje “tolerando que perdiéramos el tiempo en leer” durante las horas de trabajo. En una de esas lecturas pude conocer el problema que presentan los sedimentos en los embalses de agua y el modo de corregir la afectación sobre el volumen de agua embalsado. Sin entrar en detalles pedantes se puede resumir que el agua lleva arrastres – gravas o arenas – de los lugares por donde discurre y que sólo se depositan cuando una barrera natural o artificial se interpone en su recorrido. En el primer caso provocarán el desvío de las aguas generando un nuevo cauce y en el segundo provocando una acumulación que irá mermando la capacidad del embalse. El cómo se soluciona ésta acumulación fue lo que me llamó la atención, pero antes permitidme una breve explicación sobre los elementos que componen una presa.
Básicamente una presa se compone de una pantalla que puede ser generada con “materiales sueltos” o bien mediante hormigón u otras técnicas acordes con el volumen de agua que deseamos acumular. Modernamente todas ellas suelen disponer de un desagüe de fondo que permite el vaciado total del agua embalsada. Otras salidas de agua se disponen a distintos niveles según el destino que se vaya a dar al agua: Riego o aprovechamiento para producción de electricidad u otros usos. Finalmente, en la parte superior, a una cota que determina la resistencia de la presa, se dispone un “aliviadero” por donde el agua que excede la capacidad de la presa, se vierte al cauce natural del río.
Volviendo al tema que nos ocupa, la forma de eliminar sedimentos en el caso que pude leer en aquella revista especializada, fue muy simple: Los lodos por efecto de su composición y las presiones a la que están sometidos según la carga de agua que los cubre – 80 metros de altura agua en el caso que recuerdo -, eran muy compactos y ejercían una presión extraordinaria sobre la pantalla del elemento de desagüe impidiendo su apertura. El método que se empleó para remover el fondo de lodos fue aplicar cargas de dinamita controladas que rompieran la estructura de los mismos y permitiera que el agua los fluidificara, con lo que se consiguió aliviar la presión de la compuerta que cerraba el paso y, una vez abierta ésta, la presión del agua hizo que, cito textual, “… una gran chorizo de lodo fue abriendo paso al agua embalsada”, con lo que el problema comenzaba a ser resuelto.

En Los Bañales disponemos de una estructura generada por el hombre para aprovechamiento del agua: La Presa de Cubálmena. Su construcción tiene paralelos modernos en La Loteta, Anas, Sotonera… No es una tecnología vetusta la que constituye la construcción romana de Los Bañales, es una tecnología que está viva. Tierras y materiales sueltos apisonados hasta conseguir hacerlos tan compactos que sean impermeables, un desagüe para controlar la salida de agua y un aliviadero por si la acumulación de la misma excede la resistencia de la pantalla generada. Para evitar la erosión por efecto de los agentes atmosféricos, fábrica de opus quadratum en Cubálmena, manto vegetal u otros materiales en las actuales construcciones.

Volviendo a los sedimentos. Que son un problema a resolver periódicamente nos lo demuestra la noticia de portada o la propia Cubálmena, la cual se fue “colmatando” de limos con el tiempo, llegando a ser, a día de hoy, un fértil campo, pues su sustrato no deja de estar compuesto por los arrastres de tierras de todo el valle que las aguas llevaron hasta la presa que la retenía.

El enlace que adjunto https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4056623 es del estudio que se hizo en el año 2011 de la Presa de Cubálmena y las causas que la llevaron a su inutilización y que también podemos estudiar en la publicación Caesaraugusta 82, página 199 y ss., editado por la Institución Fernando el Católico dependiente de la Diputación Provincial de Zaragoza, ISBN: 978-84-9911-172-8 e ISSN: 0007-9502 .
Hablamos de un tiempo en que la ciudad a la que abastecía de agua, tal vez Tarraca, que vivía su ocaso paralelo al ocaso del Imperio. Sea como fuere, el tiempo siguió cubriendo el espacio en otro tiempo dedicado a almacenar agua de modo que hoy sólo podemos contemplar una estructura deforme por la acción de la presión de aguas y tierra. El estudio de la causa de la deformación de la pantalla nos ha permitido a “los modernos” saber que es preciso tener en cuenta los elementos “quasi” invisibles que transporta el agua y, por otro lado, que nada tiene que ver el aspecto que un embalse nos presenta en su superficie, casi onírico, con el movimiento persistente que en el fondo tiene el agua, capaz de demoler, en silencio, cualquier obra humana que le impida ser libre.
Son cosas que sólo es posible saber – y sentir plenamente – cuando las manos se mezclan con la tierra y abandonan las mesas de los despachos. Semper gratus a quien me ha recordado donde podía recabar imágenes para ilustrar éste trabajo. Semper gratus