Elio Galo en la vida de Joaquín
Hay dos formas de encarar el pasado, valientes ambas: Una generar es una biografía, otra generar una historia. La primera es cerrada, acotada. La segunda es abierta. Ambas son subjetivas.
Cuando esto escribo acababa de leer en las las redes sociales, en Facebook en concreto, las novedades habidas y, entre ellas, una me ha llamado la atención: Oratores Boni viri – http://oppidaimperiiromani.blogspot.com/2021/09/oratores-boni-viri.html – me ha traído a la cabeza recuerdos y anhelos a partes iguales. Me ha hecho desear tener más tiempo para aprender, el mío es muy corto ya, inexorablemente, y me ha sumido en una melancolía propia de los vencidos por natura. Y me he acordado de un recurso literario para “poner por escrito” tanto devaneo mental: Escribir una historia.
En su momento busqué un personaje, de ficción, por supuesto, alguien que soportara vivencias, reflexiones, fracasos y éxitos por igual, alguien fuerte y poderoso a la vez que frágil como exige la naturaleza humana y me encontré con Elio Galo, Prefecto. Buscando en las fuentes que me son más accesibles, Internet, pude ver que mi elegido existió ¡cómo no! en la Antigua Roma. Existió y estuvo al servicio del más grande de los emperadores: Octavio Cáesar Augusto (https://es.wikipedia.org/wiki/Augusto).
Elio Galo representa a la persona nacida en un el seno de una familia de la nobilitas – https://historiaeweb.com/2019/12/02/sociedad-romana/ – que puede acceder, y de hecho accede, a la vida pública de Roma a partir de la milicia, alcanzando el cargo de Prefecto, “el que está delante de…, dentro del ordo ecuestre“. No es un Magistrado, es un Oficial sustituto del mismo. Su poder es variable y abarca tanto el ámbito militar como el civil: Es alguien en la sociedad romana. En el caso de Elio Galo cabe pensar que pasaría por todos los estadíos propios de su cargo: praefectus urbi, fabrum, orae maritimae, sociorum, custos urbi…praetorio. ¡Tan cerca del emperador! Elio Galo, no cabe duda, fue una persona de éxito. Tal vez relativo.
Su curriculo vitae, según las fuentes consultadas, lo presentan como un ingenuo que, ante el mayor de los encargos que recibe del emperador Augusto, era el Praefectus Alexandreae et Aegypti, es engañado por unas pueblos que quieren todo de Roma, a la vez que buscan el aprovechamiento, lícito por otra parte, de su relación con el Imperio. No sólo no consigue el objetivo de someter a la Arabia Felix, – actual Yemen – sino que lleva a sus tropas hasta la extenuación, vagando durante meses por un desierto inmisericorde siguiendo la ruta que un guía, Sileo, ministro del rey Obodas III, deliberadamente malaconsejó , https://es.wikipedia.org/wiki/Elio_Galo. A pesar de todo, sigue diciendo la fuente, Elio Galo alcanzó Marsibia “…que resistió durante seis días el asedio a que fue sometida” soportando la declaración de una epidemia entre los sitiadores, pocos en número respecto al ejército inicial a causa de las enfermedades que contrajeron durante su periplo por el desierto, limitando la conquista de éstos a saquear el entorno de la ciudad, rico en tierras fértiles. El historiador Mommsen diría, años más tarde, que “… al mismo tiempo que sitiaba la ciudad, envió su flota para destruir el puerto de Eudaemon, actual Adén, de modo que garantizó el paso de barcos mercantes romanos a la India”.
Elio Galo pacificó a los kushitas lo cual no impidió ser sustituido por Caio Petronio, genio militar y, muy importante, amigo muy cercano a Augusto.
Poco más, y poco menos, se sabe de Elio Galo.
En Arqueología siempre se buscan paralelos para explicar la función de hallazgos y dar sentido, en un atrevido acto de empatía, a los mismos. Hallar la biografía de Elio Galo me ha permitido comprender no sólo que la historia se repite, sino que de ella es posible sacar conclusiones que nos pueden servir dando explicación a nuestras inquietudes y desasosiegos.
La breve biografía hallada me hace pensar que, a pesar de todo, Elio Galo cumplió bien en su cargo, aunque la veleidad de sus contemporáneos lo quieran sumir en el ostracismo. Siempre quedará la amistad de Estrabón, su amigo y compañero, que habla bien de él, del político español Dion Casio y, anteriormente, de Plinio el Viejo, escritor y político.
Tratar de encontrar similitud entre la infancia de Elio Galo y la mía, caso que decida escribir “Mi historia”, sigue siendo mi debate interno, nadie escribe para arrinconar los folios. Va a ser difícil, aunque siempre será posible un acercamiento a la misma a través de tanto como se ha escrito sobre la sociedad romana.
En todo caso habrá que ceder a la fantasía, tan real en ocasiones, mi acceso al “ordo ecuestre”, lugar que mora más en mis deseos que en mis orígenes, aunque no sería la primera vez que un liberto alcanza cotas altas en el comercio, un modo de servicio o en la artesanía, en una manumisión que alcanza cotas, casi, de respeto filial. Aspirar a un puesto que no me viene de cuna no me crea más que infelicidad, pero atreverse a reconocerlo ¿no es ya una victoria? La vida “es un juego entre iniciativa individual y destino”, dice Marco Aurelio en sus Meditaciones – https://es.wikipedia.org/wiki/Marco_Aurelio – vinculando ”…la felicidad a ser razonable…” con “… obrando conforme a lo natural”, apostillaría el emperador filósofo. En éste orden un santo moderno, San José María, dejaría dicho sobre la felicidad: ”… Ilusiónate con la vida ordinaria, supérate cada día, educa bien a tus hijos, sonríe siempre, Dios no abandona, déjate llevar por los misterios de la fe. Omnia bonum”
Sea como fuere, mi filiación siempre estará ligada a dos magister que me han ayudado a amar la Historia y que gozan de mi respeto y admiración. ¿Sus nombres? ¿Viene al caso conocerlos?. Citarlos sonaría a adulación y me consta que no son amigos de tal frivolidad. Ellos lo saben y me basta. Espero que a ellos también les baste.
Siempre agradeceré que alguien “lea mi historia”.