Importancia de la palabra escrita
Alphonse de Lamartine (escritor, poeta, historiador y político del siglo XVIII) escribiría una día sobre la importancia de la palabra escrita recordando los orígenes de ésta: “Desde el día en que fue escrita la palabra, la humanidad, en perpetuo coloquio consigo misma, a pesar de la distancia y a pesar de la muerte, realizó progresos de civilización inmensos y casi no interrumpidos. Enriquecióse con el pasado, cultivó el presente y elaboró para el porvenir. Escribió sus ideas, cantos, historias y leyes, ciencias, artes, religiones, su tierra y cielo. Dejó inmóviles, por así decirlo, sus ideas fugaces, e hizo los manuscritos de las instituciones, La civilización de cualquier comarca del globo casi siempre se resume en una sola manifestación: el libro“. Tercer Libro de lectura, Seix Barral 1928.
Por otro lado a lo largo del siglo I a.C., Cicerón, lumen eloquentiae, luz de la elocuencia desarrollaría toda su obra que nos habla de retórica y práctica oratoria – todo un arte inseparable de la Filosofía – desde su experiencia. Sus escritos fueron sana doctrina para la práctica oratoria. De inventione, De optimo genere oratorum, Tópica y Partitiones oratioriae obras menores que escribirá entre los años 86 y 44 a.C.
Sus obras mayores Brutus, Orator o De oratore, son sus obras maestras.
Años más tarde Quintiliano aconsejaría el conocimiento del bien hablar – él lo consideraba una ciencia – y la interpretación de los poetas.
Es la hora VI cuando – 12.00 h – cuando diviso, recortadas en el horizonte, las columnas del decumano de la ciudad de Los Bañales, ignota ciudad que luce réplica de Roma capital del Imperio. Habrá animación en las calles preparando la Cerealia, fiesta dedicada a Ceres, según los romanos “inventora” de la Agricultura, fiesta a su vez en la que la mujeres tendrán protagonismo y realizarán sus propios ritos al margen de los oficiales dirigidos por los sacerdotes. Un gran día para celebrar la Primavera, tiempo en que Proserpina, hija de Ceres, abandonará durante seis meses a su esposo Plutón y el inframundo, fecundando la tierra.
Conforme me voy aproximando, las voces de los niños congregados en el espacio del Foro que la ciudad reserva para la ludus o schola local, se sienten más claras. El ludi magister, contratado por la élite local, un anciano liberto de origen macedonio, se esfuerza en la enseñanza haciendo ver a los niños la necesidad de mantener las costumbres de los ancestros, las mores maiourum, además del respeto al pater familias, a los dioses tanto propios como locales adoptados: Quiere que se sientan romanos. Completará su enseñanza con la lectura y escritura, así como el conocimiento de los números, repitiéndoles incansable la necesidad de leer a quienes, como Cicerón, enseña el buen uso de la palabra o los historiadores hablarán de las gestas y fracasos de quienes les antecedieron.
Contemplando la escena me encuentro a Elio Galo, mi amigo, que está con la mirada perdida tal vez envuelto en recuerdos de su Siria natal donde, al igual que en Los Bañales, la llegada de las legiones de Roma supuso un cambio en su sociedad y con ellas llegaron escritos y obras que sustituyeron a las propias en un claro proceso de romanización.
Mi llegada tras un mes en el que me ha sido imposible contactar con él le sobresalta y entre balbuceos primero y con gran efusión después, una vez repuesto de la sorpresa, obliga a un abrazo como saludo. Un grupo de pedagogus, esclavos que acompañan a los niños a la escuela, nos miran sorprendidos. Tal es lo estentóreo de nuestra alegría.
Tras las preguntas rituales propias de quienes tienen mucho que contarse, permanecemos un instante observando juntos al grupo de escolares, niños y niñas de entre 7 y 12 años. Yo le explico lo que me preocupa, la falta de interés por la Filosofía y el enconamiento de los gobernantes de mi tiempo en hacer desaparecer la Historia de la enseñanza. Su asombro es indescriptible y su pregunta incontestable ¿Cómo es posible? Tú que hablas conmigo, Joaquín, ¿me ves como fantasma, como un ser inexistente? Todo lo que ves a tu alrededor ¿Es un espejismo? ¿Una mala jugada de tu imaginación? Cuéntales ésta realidad que desaparecerá, seguro, pero quedarán suficientes escritos que dirán de nuestra existencia y, si les queda algo de sensibilidad a tus contemporáneos, diles que escuchen a las piedras que hablarán de la grandeza de Roma.
¡Que contestar sin que quien me lea hoy no se sienta ofendido por la ignorancia que muestran ante éstas preguntas de Elio! Marco Aurelio, el emperador filósofo, en sus Meditaciones nos recuerda que podemos “… tener el poder, pero que somos mortales”, algo que un amigo o un esclavo, colocado en la carreta triunfal detrás de quien presidía el triunfo, homenaje público a sus victorias, le repetía con insistencia “Recuerda que eres mortal, Recuerda que eres mortal, recuerda que eres mortal”
Señalándome algunos de los alumnos, todos ellos varones, me explica que ellos, con toda probabilidad, cuando abandonen la toga praetexta y tomen la toga viril, dentro de un ceremonial en que la sociedad que les reconoce como mayores de edad, continuaran su formación de modo privado, dirigida por un rhetor , que les preparará para saber hablar ante tribunales y moverse en ambientes políticos, cuyo objetivo final es alcanzar maguistraturas con la que enriquecer su cursus honorum.
La mujer parece estar fuera de ésta posibilidad, algo que Plinio suaviza con una retahíla de adjetivos en favor de la mujer, mientras me viene a la memoria Safo de Lesbos, la décima musa, se diría de ella (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/safo.htm) y cuyos poemas aún podemos escuchar hoy convertidas en canciones hermosísimas (https://www.youtube.com/watch?v=v5yo4iSnlPg)
Con voz insegura trato de justificar a los míos y le digo que aún hay esperanza, aunque no dejo de reconocer que, en aras de la modernidad progresista – nunca entenderé modernidad ni progresista cuando realmente se camina hacia atrás en lugar de hacia adelante -y que en las visitas que recibo, veinte siglos más tarde, en la ciudad, las glorias de Roma, su cultura y él mismo, Elio Galo, son recordados y que, en no pocas ocasiones, padres acompañados por sus hijos me manifiestan que están en contra de una sistema que olvida el pasado para no ofrecer nada futuro pues, como se dice en ésta tierra “de donde no hay, no se puede sacar”
Y le hablo del paralelismo que hay entre su tiempo y el mío cuando, nada más entrar, declamábamos a Esopo, (https://es.wikipedia.org/wiki/Esopo) copiábamos textos clásicos como el que encabeza éste artículo de Lamartine o el mito de Proserpina – en aquella escuela pública se leía a los clásicos a los nueve años – se hacían ejercicios de escritura, dictado, donde se castigaba severamente la comisión de faltas de ortografía, se estudiaba la Historia desde el principio, desde antes de la escritura, y los países y matemáticas… además de aprender valores espirituales que conformarían nuestro criterio.
Elio sonrió y concluyó que, seguramente, si se hubiera seguido leyendo a Esopo y su fábula ” Las ranas piden rey”, (https://www.youtube.com/watch?v=Owyq3D3WuWQ) otros gobernantes tuviéramos hoy.
Tienes razón, Elio, deberíamos volver a Fabular la vida