Cogito ergo sum

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Descartes

Son las 04:00h de la madrugada según puedo ver en mi ordenador.

-Si, Elio. No pongas esa cara. Yo tengo ordenador, máquina infernal para algunos pero muy útil, como tu tenías papiro o tablillas de cera para escribir.

La hora, como ves, comienza a hacerse familiar. Cada día, minuto arriba minuto abajo, el cuerpo me dice que ha descansado lo suficiente y, o me levanto de la cama y doy salida al pensamiento de modo positivo o corro el riesgo de montarme en cualquier caballo desbocado que la imaginación y la noche me traigan, cosa que no conviene en absoluto. “La imaginación es la loca de la casa”, decía Santa Teresa, personaje muy relevante que tampoco conoces, Elio. Así que suelo levantarme, día hay por delante para completar el descanso que se precisa para rendir en condiciones.

Busco entre mis apuntes las notas que voy tomando en torno a un tema que ocupa demasiado tiempo mi mente y que me genera una inquietud que no permite centrase en lo que realmente importa: Vivir armónicamente o al menos intentarlo.

La cuestión es que ¿puede darse por válida la afirmación “podemos seguir siendo amigos” cuando se ha sobrepasado el concepto en aras de algo más profundo y transformador en nuestra vida?

Para los griegos el amigo es, según algunos estudiosos, la ausencia del yo, del ego, en aras del otro. Para los latinos amistad significa “cualidad de amigo”, cuyos componentes son “amar” e “icus” – relativo a.. –  que con el sufijo –dad, indicativo de cualidad, nos da respuesta. Por tanto, resumiendo, podemos afirmar que la amistad implica la ausencia del yo, no como un gesto de sacrificio sino como un gesto de amor. https://definicion.de/amistad/

No son pocos los escritos y trabajos que nos hablan de la necesidad de la amistad para, incluso, tener buena salud, – “…Los amigos también tienen una función importante en la mejora de tu salud en general. Los adultos con relaciones sociales consolidadas tienen menos riesgo de tener problemas de salud importantes, como depresión, hipertensión arterial y un índice de masa corporal (IMC) poco saludable https://www.mayoclinic.org/es/healthy-lifestyle/adult-health/in-depth/friendships/art-20044860#:~:text=Los%20amigos%20tambi%C3%A9n%20tienen%20una,corporal%20(IMC)%20poco%20saludable…. – una condición para poder ser feliz, pero pienso yo que hay un factor que no tenemos en cuenta y que, al no aplicarlo, nos priva de ésa felicidad: El tiempo.

Según Carlos Ruiz, Doctor en Filosofía moderna – https://cogitoergosum-juanmachica.blogspot.com/2023/07/el-arte-de-pensar.html – en su libro “El arte de pensar” nos hace reflexionar sobre qué tipo de felicidad queremos y para ello utiliza una metáfora: El césped y el árbol. El primero te proporciona un placer casi inmediato, sólo se precisa una semilla, envolverla un poco y en breve tiempo podemos sentir la caricia de su brote. No es así con el árbol que, para empezar, nos pide un esfuerzo previo – cavar un hoyo profundo -, plantarlo, regarlo, cuidarlo… sólo así se consigue que arraigue y, fortalecido, nos pueda servir de cobijo. El primero nos da felicidad inmediata, el segundo nos aporta felicidad profunda.

Lo expuesto os vuelve de nuevo a los clásicos: En la amistad “… conviene que el uno al otro se tengan buena voluntad y se deseen todo bien, y que esto lo entienda el uno del otro…” y que ambos lo entiendan sintiendo del mismo modo. Aristóteles distingue entre la amistad basada en la utilidad, la amistad basada en el placer y la amistad basada en el carácter – https://ethic.es/2023/06/tres-lecciones-de-aristoteles-sobre-la-amistad-aristoteles/#:~:text=A%20pesar%20de%20estos%20peligros,todas%20las%20dem%C3%A1s%20cosas%20buenas – porque, a pesar de las dificultades que conlleva conseguir una amistad (exceso de amor propio, entre otras), “nadie querría vivir sin amigos, aun teniendo todas las cosas buenas” (Aristóteles)

Cuando todo se desmorona en nuestro interior generando confusión respecto a nuestras amistades, la “Regla del silencio incómodo”, herramienta muy valiosa en lo que a Inteligencia emocional se refiere, es beneficioso. Para el interlocutor resulta incómodo, ciertamente, pero para el comunicador es un tiempo, una antídoto, en el que puede ordenar mejor sus ideas, impidiendo una impulsividad que le lleve “a decir la verdad cueste lo que cueste, por encima de todo” (qué verdad me pregunto yo) y que por lo general es consecuencia de querer imponerse al otro, reflejo del ego que quiere dominar – https://lamenteesmaravillosa.com/la-regla-del-silencio-incomodo-un-arma-eficaz/ – cuando no reflejo de inseguridades personales de las que queremos culpar al otro. Un amigo es quien nos hace bien, que nos ayuda y que nos inspira.

Albert Camus diría al respecto: “No camines delante de mi, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede ser que no sea un guía. Sólo camina a mi lado y sé mi amigo”

Hay tanto escrito sobre la amistad, los medios de comunicación moderno acercan tanta opinión y creencia, que es obligado leer con atención meditando, sin dejarse llevar la primera frase u opinión que se vierte por parte del comunicador y que nos puede llevar a un autoanálisis tan crítico que nos cree el efecto contrario al que buscamos: Encontrar el equilibrio perdido.

Mientras que la empatía, el respeto a los límites de la relación, el tener el mismo valor a la hora de expresar las opiniones, saber encarar los enfados como algo necesario incluso positivo, tener tiempo para acrecentar el conocimiento mutuo, saber estar en segundo plano cuando se hace preciso, admitir los cambios que se puedan ir generando en tanto y cuanto somos seres cambiantes, saber escuchar… si expresar las emociones en la confidencia conlleva al juicio o a la minimización de lo que exponemos al otro, de nada servirá lo anterior y la amistad se resquebrajará por la pérdida de confianza que conlleva y eso, generalmente, lleva al silencio, no al incómodo que se ha visto como positivo, sino al silencio que supone cerrazón de nuestro interior, sabedores de que no hay receptores debidos.

¿Tú que crees, Elio? ¿Desbarro al pensar éstas cosas? ¿O tú también me juzgas? ¿Te tengo que recordar lo que decía tu contemporáneo Séneca? Él afirmaba que “Una de las más bellas cualidades de la verdadera amistad es entender y ser entendido”

A los valores que una amistad debe tener tales como la lealtad, el cariño, la empatía, el respeto, la honestidad, la tolerancia y la generosidad, entre otras, la ciencia pone límites – https://www.elmundo.es/f5/comparte/2016/12/02/58406f8c22601dbf098b45e6.html

Lo que si llego a entender es que hay momentos en la vida, aconteceres, que hacen imposible una vuelta al origen sin que no se presenten daños que impiden recomenzar, haciendo una puesta a cero que resulta ficticia a todas luces y que está abocada al fracaso.

No es nuestro caso, Elio. Por fortuna tu paciencia y generosidad ayudan. Tú y yo no formamos parte de los millienal de que habla Michel Nast, autor de “La generación de los incapaces”, o “Sin compromisos” https://www.planetadelibros.com/autor/michael-nast/000046023