Vigilia prima Ante Diem Kalendas Novembres. 2773 a.U.c. Víspera de Todos los Santos 2021 d.C.
Por alguna razón que desconozco, habiendo acudido al lugar donde había quedado con mi amigo Joaquín para seguir mostrándole la ciudad hoy, habiendo transcurrido un tiempo prudencial de espera sobre la hora en que acordamos vernos, desciendo hacia el barrio artesanal por la escalera que, tras la basílica, comunica el Foro con la calzada de las Termas, y veo que con paso ligero viene a mi encuentro. Me saluda con una disculpa y me dice que ha madrugado para visitar la Necrópolis pues, en su tiempo y para él, mañana es un día especial: Es el día en que se recuerda a los seres queridos que ya han partido. Él, como yo, no cree que se hayan ido definitivamente y de algún modo, desde otro lugar, de otro modo, siguen entre nosotros.
Ciertamente no estaba previsto así nuestro encuentro. Hoy quería explicarle los edificios importantes en el gobierno de la ciudad que se ubican en el Foro, la Curia, la Basílica, el Erario… entre otros. Joaquín siempre me sorprende con sus cosas, así que, vamos a desandar el camino, cambiamos planes de momento y para mejor responder a sus preguntas regresamos a nuestra Necrópolis que no se halla lejos de donde nos hemos encontrado. Lamentablemente en ella no tengo ningún pariente, ni siquiera amigos, pero honro a aquellos que me acogieron un día en la ciudad, a los que les estoy muy agradecido.
Le llama la atención lo solitario del lugar en un día como hoy y a su vez yo le muestro mi extrañeza por por la suya. Hoy debería ser un lugar muy concurrido, me dice. Este día, y en especial mañana día 1 de Noviembre, nosotros lo dedicamos a visitar las tumbas de nuestros seres queridos, amigos, gentes que fallecieron de nuestro entorno y que hemos querido de modo especial. Aprovechamos para homenajearles con flores, modo en que mostramos nuestro cariño, además de una oración cuando no un dolido recuerdo. Son días en que la paz habitual se ve trastocada, sin romper el silencio, por una multitud que tienen un mismo objeto en su visita: Recordar y, quien más quien menos, dialogar en silencio con la persona que marchó. ¿Vosotros no?
Dejo que hable mi amigo pues aprecio en él la necesidad de expresar su vacío interior. Son varias ausencias muy queridas las que acumula en su ánimo. Por lo que me ha contado alguna vez, sé que antes de conocerme visitó éste muncipium ignotum para él en muchas ocasiones con un hijo suyo, que incluso participó con él en las labores de descubrir nuestra sociedad y anteriores ocupadores del espacio, a través de los restos que han llegado hasta sus días. Veinte siglos habrán pasado. Era, me sigue diciendo, su apoyo tras la ausencia de la esposa años atrás. Un segundo padre para el resto de sus hijos, apostilla. Un gran compañero de viaje, como lo son el resto de sus hijos.
Mira al vacío, ausente. Hace un silencio que respeto.
Volviendo a la realidad me dice que ha llegado hasta donde se encuentra una cupa de tamaño excepcional, que cree que se encuentra fuera de lugar por lo alejado del espacio que ocupa el conjunto de la necrópolis al pie de El Pueyo, paralela a la calzada augusta que viene de Caesaraugusta, a la entrada de la ciudad, desde el Oeste; ubicación que también le resulta curiosa pues le parece un “escaparate” el modo en que se hallan dispuestos los espectaculares mausoleos y tumbas a lo largo de la misma, mientras que en filas que se alinean tras los mismos se hallan cupas de menor valor escultórico, llegando incluso a verse grandes túmulos en lo que parecen ser fosas comunes, casi fuera de la vista de los viandantes, al fondo de la necrópolis. Son las tumbas de los más pobres. Cementerios me dice que le llaman ellos a éstos espacios.
En mi labor de guía ocasional le explico que el silencio de hoy es atribuible a que nosotros dedicamos dos periodos al año a visitar a nuestros difuntos ubicados fuera del núcleo urbano, en ésta “ciudad de los muertos”, para que alejados de la de los vivos, sus espíritus se despisten y no vuelvan a importunarnos. Yo creo que es una leyenda popular malintencionada pues es bien sabido que hasta no hace tanto tiempo – mil años no son nada – los enterramientos se realizaban alrededor de las casas, cuando no dentro de ellas en el caso de los niños, máxime neonatos. Estos días específicos son las Fiestas de Feralias – Macrobio las atribuye en su origen a Numa, mientras que Ovidio a Eneas – y las Fiestas de Rosalias, dies rosationis – dia del adorno de rosas -, principalmente. Cicerón, incluso, nos habla del mes de Diciembre como otro mes propio de éstas celebraciones y costumbres. Las primeras se celebraban el mes de Febrero a lo largo de nueve días, normalmente entre el 13 y el 21 de dicho mes. Nosotros hacemos ante la cupa de nuestro ser querido la sacra privata, una ofrenda a los dioses del inframundo, los dioses Manes. Comida en forma de grano, sal, flores… es lo más normal que ofrecemos para aplacar a los dioses… y al muerto.
Son días y fiestas muy inapropiadas para celebrar bodas y mucho más para que los casados mantengan relaciones. Cosas nuestras, Joaquín. Durante éstas los difuntos vagan por entre las tumbas mientras comen los alimentos que les depositamos. Sé que te suena raro lo que te digo, Joaquín, pero ¿No tienes tú tus creencias al respecto?. Yo diría que también son muy parecidas a las nuestras por lo que me has contado en alguna ocasión…salvo en los paseos por entre las tumbas, Elio, me aclara.
Es verdad, querido Elio. Seguramente copiada de vuestra costumbre, visitar las necrópolis, es la nuestra, visitar los cementerios, lugares para dormir el sueño eterno según nuestra creencia. La nueva doctrina, la cristiana, ve en éste acto de visita a los que nos han precedido un acto de caridad y cariño y la imitan. Imagino que la intención es igual que la vuestra, cualquier día se puede visitar la necrópolis, pero los días señalados como el 1 de Noviembre, el anterior y el siguiente, son los que tradicionalmente dedicamos a éste menester, aunque, a decir verdad, nosotros sólo llevamos flores. Imagino que la costumbre de llevarles comida como hacéis vosotros puede ser arcáica, cuando no egipcia, no dejáis de copiar costumbres. Nosotros decimos que el alimento son las oraciones que les dedicamos en forma de sufragio.
Nosotros copiamos, vosotros copiáis… interrumpo a Joaquín, mientras prosigo explicándole que otro día que dedicamos en Roma a visitar a los difuntos es la Fiesta de las Rosalias, que ya he citado, fiesta que refleja el valor que el mos maiorum, la tradición de nuestros ancestros, atribuye a éstas visitas. Entonces sólo depositamos flores, rosas, dies rosationis o violetas, dies violae, a nuestros difuntos en sus tumbas. Se celebran entre Mayo y Julio.
Tanto para unas como para otras, aún falta tiempo. No obstante, como verás, es tanta la importancia que damos al recuerdo de nuestros seres queridos, que celebramos otras fiestas intermedias. Fiestas como las Parentalias, incluídas en las Feralias, las Lemuralia, instituidas por Rómulo según Ovidio, quizá para apaciguar el espíritu de su hermano Remo a quien asesinó, continuando la tradición hasta nuestros días en las que se trata de apaciguar los espíritus de los difuntos, o al menos equilibrar la relación entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Imagino, Elio, la escena: Esposas, hijos, padres, familiares… desfilando ante las tumbas, mostrando su cariño. En mi recuerdo está, tendría yo seis u ocho años, no más, mi madre y mi hermana mayor cogiéndome de la mano y realizar un recorrido que podía durar una hora andando desde donde nos dejaba el carruaje mecánico que nosotros llamamos tranvía – supongo que tú irías en carreta si la necrópolis estaba muy alejada – hasta el cementerio situado en la parte alta de Caesaraugusta, a la que ya llamamos ahora Zaragoza. Era un largo camino en el que era preciso llevar comida y agua, no para el difunto, sino para nosotros. Recuerdo visitar no menos de diez o quince tumbas de familiares, muy alejadas entre sí, además de las tumbas de “los italianos “ que murieron en la Guerra civil de 1936 d.C., de los alemanes… ¡De Joaquín Costa! en extramuros, pues era republicano y ateo, me decían, y no tenía ¿derecho? a estar en terreno santo… No sé Elio cuánto durará vuestra visita a los difuntos. La mía, como niño, la recuerdo eteeernaaa. Podía llevar el día. Y sobre todo recuerdo caras compungidas, tristeza extrema, recuerdos en voz baja, cuchicheos y chismorreos, historias que se repetían año tras año, como un mantra. No, no me gustan los cementerios. Creo más en que “la vida de los muertos está en la memoria de los vivos”, según dijo Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a.C.), aunque tal vez sea una defensa ante la tristeza que me produce el recuerdo de quienes amé y con los que sólo puedo mantener diálogos imaginarios en los que busco su opinión y apoyo para decisiones sobre las que sólo yo voy a ser responsable.
También en nuestros cementerios, al igual que en vuestras necrópolis, Elio, gustamos de ostentaciones. No hemos cambiado. Según el mausoleo sabemos la importancia que el muerto o su familia se atribuyen. Los Atilios, de la tribu Quirina creo recordar ¡que mausoleo!. Disculpa, comprendo tu cara de asombro, no lo conoces porque habrán de pasar casi cuatro siglos hasta que Atilia Festa lo construya para su abuelo, su padre y ella misma, la cupa de Chrésima, de la gens Sempronia – ¿será familia de Sempronio Vítulo a quien homenajeara en el Foro su liberto Esopus? – , cómo muestra su cariño el esposo a su esposa fallecida con la inscripción que abre éste post… y tantas otras cupas sin nombre que se han conservado… No, no hemos cambiado, aunque hay quien se empeña en pensar que han descubierto el Mare Nostrum cuando celebran lo que se ha dado en llamar la Fiesta de Hallowen ¿Sabrá “el inventor moderno” de la misma que los celtas ya tenían su fiesta de difuntos similar, muchísimo antes que ésta “tan moderna” del siglo XVIII d.C.? No andábais por Hispania vosotros, los romanos, y los cántabros ya la celebraban. En fin…
Mañana te prometo que dejaré que me enseñes lo que queda del Foro de Tarraca y, si puedes hacerme un favor ¿Sabes de una vivienda en la que me pueda quedar a vivir?. Pequeña, poca cosa. Como la tuya y que, a ser posible, mire hacia el valle también. Gracias