¿Qué atractivo tiene?

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  • Categoría de la entrada:Reflexiones en soledad

Sigo escuchando a Susana Tamaro en su novela “Donde el corazón te lleve”. En algún momento te he comentado, Elio, que es una novela que alguien me recomendó leer en un momento de desolación. Le seguirían otros libros en los que buscaba explicaciones a lo inexplicable. Tal era el abandono y vacío en el que me hallaba.

“Donde el corazón te lleve” es una novelita, corta para lo que es habitual en los escritores modernos que parece que basan la importancia de su obra en la montaña de papel que rellenan para, en no pocas ocasiones, no decir nada. La obra está escrita en tercera persona. Hasta qué punto es reflejo de la vida de la autora lo desconozco y no quiero indagar, prefiero pensar que al encarnarse en la figura de una abuela preocupada por la marcha de su nieta a un lejano país donde quiere “iniciar su vida”, desligarse de ataduras pasadas da a entender la autora, analiza cómo ha sido su relación con ella, mientras repasa la suya propia cargada de autoculpabilidad.

Mientras leo, es una vieja costumbre, escucho la radio. Es curioso cómo se ha despertado en mí una vieja afición, la radio, la mágica radio, la ensoñadora radio… Está emitiendo un programa en el que se entrevista a una “comunicadora” psicóloga de voz aflautada, nada sugerente, que contrasta con la voz profunda de un presentador que crea un ambiente relajado y nostálgico. La entrevista gira en torno a vivencias de la entrevistada que recuerda los “salones literarios” que organizaba su abuela en los que se daban cita poetas, cantantes, escritores noveles y consagrados… en torno a un té o un vaso de leche con alguna pasta. Recuerdos.

Me da que pensar en mi momento todo esto. Me dicen que debo salir más, que debo andar, moverme, que eso es salud, que me conviene “dada la edad”. Me dan soluciones que, creo, no necesito. Soy feliz hablando contigo, silencioso amigo Elio, pasando a papel o a un fichero que un virus puede destruir (cómo hemos humanizado la tecnología, a un fallo técnico cuando no a un error propio, le llamamos virus), me siento sereno imaginándome sentados en la puerta de tu casa mirando hacia el valle ¿Por qué los valles invitan a la introspección? ¿te has dado cuenta? Cuando queremos entrar en nosotros, nunca nos imaginamos en un bullicioso centro comercial, o en un estadio rebosado de gente que se desinhibe gritando, no, siempre nos vemos en un valle y, por lo que sea, mirando al infinito, como si allí estuviera la respuesta a tantas preguntas como nos hacemos.

Tagore

Ha venido a mi mente otro autor que también habla solo, a mí me parece que ora,, Rabindranath Tagore, tan de moda en tiempos “hippy’s”. Su “Ofrenda lírica” es un canto continuo a su dios al que encuentra en lo que le rodea, en la naturaleza. “Que sólo quede de mí, Señor, aquel poquito con que pueda llamarte mi todo”, escribiría, “… que sólo quede de mí aquél poquito con que nunca pueda esconderte, que sólo quede de mis cadenas aquél poquito que me sujete a tu deseo, aquél poquito con que llevo a cabo el propósito en mi vida: la cadena de tu amor”

Escribir, hablar, a quien tienes la convicción de que te escucha ¡Es tan relajante y sanador!

Juan Ramón Jiménez rezuma humildad al traducirte, Rabindranath, cuando dice prologando su traducción de tu obra “…hemos intentado dar un cuerpo nuevo a tu gran corazón, a éste libro donde tú quisiste recoger tu corazón completo y verdadero (…) Di, ¿Cómo se encuentra en éste cuerpo nuestro tu corazón?

– La canción que yo vine a cantar no ha sido aún cantada, le contestará (…) Vine con la esperanza de encontrarla, pero ¿Cuándo la encontraré? Mi parte de la fiesta fue tocar… y he hecho lo que pude (Ofrenda lírica, 13, 16)

Afortunadamente la noche está llegando a su fin y el valle se nos presenta esmeralda, brumoso por la respiración de la tierra, mientras como una afortunada consonancia, en la radio, suena una melodía con nos recuerda praderas inmensas y deseos de acogida, es un himno escrito el siglo pasado, por una mujer, Sarah Flower: “Cerca de Ti, Señor, yo quiero estar (…) por ésta vida voy buscando paz”

Este valle de Tarraca, Elio, donde podemos vernos y hablar ¿No te parece, en su pequeñez, muy grande? En su desolación ¿muy acogedor? En su silencio ¿Abrazador?

Hoy, cuando el sol ya haya remontado, nos vienen a ver. Son personas mayores, me han dicho. Como nosotros, me dije. Seguro que tenemos cosas en común. Un mayor no es muy diferente de otro mayor: un cuerpo que arrastra experiencia y nostalgia.

No dices nada. Con el poeta, te digo: “Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio y lo tendré conmigo…” Magia del pensamiento. Al principio estábamos solos tú y yo, Elio. Al acabar la noche ya hemos sido cuatro, Tú, Rabindranath, Juan Ramón y yo. Y de fondo Susana, donde el corazón nos lleva