“Así, pues, nada puede decirse de la ciencia del calzado cuando no se sabe lo que es la ciencia”, Sócrates
Cuando la vida es tan ordinaria – no destacable por nada especial, que se encuentra en lo que se considera normal. – llama la atención los esfuerzos que la sociedad hace por demostrar que es eso: sencilla.
Escribir un blog en las redes sociales significa compromiso de trabajo, de estudio, de esfuerzo en el plano personal porque, a pesar de una realidad incuestionable – se puede escribir lo que se quiera porque ya será el lector quien dirima si es interesante o no lo leído, permaneciendo lo bueno y desapareciendo lo menos bueno – lo escrito, escrito queda y ninguna acción está exenta de una reacción que, en no pocas ocasiones, podríamos afirmar que siempre, pasa por influir en el lector para bien o para mal. Sin ambages.
Si al deseo de poner por escrito pensamientos e inquietudes que pueden ayudar a comprender mejor cual es nuestro papel en la vida, aunque no sea más que por experiencia que se desea compartir, se le pasa por el filtro que exige la sociedad sibilinamente y que consiste en “gozar, saber y compartir”, base de la escuela epicúrea – s.wikipedia.org/wiki/Epicuro – nos encontramos conque haremos bueno o malo lo que leemos en función del “daño” que subjetivamente me provoca quien escribe, pues parece que para conseguir la “felicidad”, lo ideal es recabar todo el PLACER posible a través de nuestros sentidos, no querer SABER sobre determinadas cuestiones para evitar el “dolor” que me infringe el conocimiento de las mismas y, sobre todo, COMPARTIR éste posicionamiento personal a fin de conseguir implantar la FELICIDAD apoyada en el hedonismo racional, doctrina ética que identifica el bien con el placer, especialmente con el placer sensorial e inmediato, que defendiera Epicuro de Samos, (341-270 a.C.)
Si quien escribe aplica “éticamente” éstos principios, en aras de no ser un provocador de la infelicidad entre quien quiera que le lea, debe plantearse si merece la pena estar presente en las redes con reflexiones que pueden hacer rechinar el mecanismo político tan de moda consistente en legislar según los principios epicúreos, generando una sociedad cada vez más individualista en que “el otro” no pasa de ser una anécdota que puede privarte del bien supremo al que se debe adorar: Vivir para sí mismo.
Al otro lado de éstas cuestiones nos encontramos con Zenón de Citio, (siglo III a.C.) que defiende una ética personal basada en un sistema lógico que hace que la persona trate de trabajar el autocontrol y la autoconciencia para lograr una vida plena en un intento de dominar las emociones negativas para alcanzar la felicidad, en comunión con la naturaleza, aspecto éste bueno en el mundo antiguo, pero difícil de armonizar con el descreimiento generalizado en el que vivimos.
Buscando respuestas me encuentro con algo definitorio que defendían Séneca – https://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%A9neca – Marco Aurelio – https://es.wikipedia.org/wiki/Marco_Aurelio – o Epícteto – https://es.wikipedia.org/wiki/Epicteto -todos ellos representantes de esta filosofía de vida: «No esperes que el mundo sea como deseas, sino como es realmente. De esa manera, tendrás una vida pacífica». Principios como aceptar lo que no puedes cambiar, centrarse en el presente analizando el día a día, pensar antes de hablar, evitar criticar a los demás aceptándolos como son, buscar la sabiduría mediante un deseo constante de aprender, relativizar no dando más importancia a las cosas que la que realmente tienen, rodearse de buena gente, ayudar sin esperar reconocimiento (amar), pensar – mejor meditar – sobre el hecho de que tendremos nuestro “memento mori” meditando nuestras decisiones o escribir un diario – https://www.axahealthkeeper.com/…/como-ser-un-estoico…/ – parece ser decisión adecuada, aunque ellos suponga “ir contracorriente”
Cuando una amiga me regaló hace más de cincuenta años, la obra completa de Rabindranath Tagore, me escribió en la contraportada: “Nunca olvides que las cosas son como son y no como querríamos que fueran”, y no sé si era consciente de que me mostraba el camino del estoicismo, corriente natural en la búsqueda de la verdad. Sí que me consta que era buena seguidora de Cristo y su Iglesia, que hizo de su vida una entrega generosa a los demás, que aplicó el amor en su sentido más universal: Entrega personal con olvido de sí mismo.
Querido Elio Galo, tan abandonado por mi en los últimos tiempos, no pienses que me he cansado de pensar en nuestra relación, simplemente me tomo tiempo para expresarme.
Carpe Diem, nos dicen. Prefiero el orden y reflexión que me ayuda a elaborar mi día.