Un día me decidí a escribir
Recupero un trabajo de hace diez años. Acababa de jubilarme tras cincuenta y un años de “servicio a la sociedad” en el entorno de una legión compuesta por soldados, trabajadores, como yo, que se trasladaban incansables de un lugar a otro “buscando la gloria” para mí y para los míos. Fueron jornadas interminables de grandes madrugadas y noches muy cortas pues, a diferencia de tus legiones, querido Elio Galo, la mía, mi legión, luchaba contra un único enemigo: yo mismo.
Catorce años tenía cuando inicié mis estudios en Maquinista y Fundiciones del Ebro, una gran empresa https://zaragozaarquitecturasigloxx.com/2017/09/08/maquinistas-y-fundiciones-del-ebro/. Todo te lo contaré en otro momento, incluso el tiempo que fui aprendiz de pastelero
El caso es que, como a ti, me llegó el tiempo de jubilarme y lo hice. Tras tanta actividad me costaba acostumbrarme a no controlar mi día a dia que pasó a ser controlado por los demás y me encontré con la posibilidad decirlo por escrito, pues, curiosamente, tras tantos años planificando, pensando que serían tediosos a partir de ése momento, me encontré con que no tenía tiempo ni para mí.
Resultado de aquellas batallas mentales contra mí mismo, surgió éste escrito que te presento hoy y que titulé AHORA NO TENGO TIEMPO
He recibido una carta que, muy finamente, me recuerda que he entrado en “la Tercera Edad” ¡Ya no me acordaba! Claro que es normal, total, fue hace poco, tan apenas han pasado ocho meses… y ya estoy en ¡la Tercera Edad!
La carta va acompañando un folletito y es, más que una invitación, una tentación: XXIII Certamen Literario para las Personas Mayores. Digo tentación y digo bien porque siempre me ha gustado escribir. Entiendo que es un modo de dejar rastro de tu paso, de dejar por escrito un “así soy, así pienso, yo estuve allí”, en la vida, haciéndola algunas veces y otras pasándola simplemente… pero estuve y reí y lloré, trabajé y me divertí, busqué ser feliz y traté de hacer felices a los demás y algún disgusto di. Ahora me toca tener ¡la Tercera Edad!
¿Qué podrías escribir? me digo a mi mismo. Tan ligero como has tenido el lapicero para cantar las verdades del barquero a quien se terciara y ahora, ¿no sabes a quién o de qué escribir? ¡Que paradoja! me reprocho. ¡Claro! Podría escribir sobre mis vivencias mientras trabajaba en tantas y tan variadas actividades, o de la familia, lo numerosa que ha sido, de los grandes momentos que compartí con ella, cómo era, cómo me trató siempre quien tantos hijos me dio,… o de cómo son cada uno de ellos: el prudente, el inquieto, el rebelde, el paciente, el conciliador y ella, la niña, ¡Ah! y de nuestros viajes (escapadas quinceañeras en la madurez)… Pero, ¿a quién le puede interesar?
Todos, quien más quien menos, tiene o ha tenido una extraordinaria compañía y se ha movido y ha hecho cosas. Sigo con mis devaneos: No, no voy a escribir, aunque, ya sé: podría escribir sobre cómo pasan mis días ahora. ¡Eso es! pero, ¿qué puedo decir que no sepáis por vosotros mismos? Ahora que estás “jubilao” podrías dedicarte a descansar te dicen. Podrías hacer, sin prisas, aquellas cosas que no pudiste hacer antes, por ejemplo, pasear, atender a los nietos, levantarte más tarde, viajar, cuidarte, pensar más en ti… o bien hacerte de una asociación de mayores, alternar más. Recados… Distraerte, vamos.
¡Que buenos somos todos aconsejando! ¡Y qué ligeros estamos para organizar la vida ajena!
Es verdad que cuando esperaba que se cumpliera el día en que pasaría “a la reserva”, fui, entre bromas y veras, haciendo mis planes. Ya me veía yo poniendo en marcha viejos proyectos que siempre estuvieron ahí, esperando, “a que tuviera tiempo”. Proyectos para mí sólo o compartidos con quien amo, que tiempo hay para todo: encuadernar viejos libros, viajar, seguir siendo útil a los míos (eso sí, un pasico atrás “que ya son mayores”), mi huerto, mis fotografías, pasear, disfrutar de cada instante, vivir con sosiego… siempre con ella. Incluso escribir y participar en estos certámenes literarios en los que todos nos sentimos, por un momento, maestros de la prosa e iluminados de la poesía…
Bueno, pues ya estamos aquí y descubro que me faltan horas, que ya no basta con madrugar, que no, que es que el día lo han acortado o ¡yo que sé! Solo sé que me faltan horas. Y no me faltan las fuerzas porque de lo que hubo, buena parte se conserva. El problema es otro y no queremos decirlo “para no crispar más el ambiente”, pero ¡qué bien vienen los mayores!
La sociedad y el tiempo nos quieren jubilar, pero lo único que hacen es convertirnos en una “ong” unipersonal y de carácter familiar, sin ánimo de lucro, aunque yo creo que no son la sociedad ni el tiempo los que nos convierten: somos nosotros… porque así conviene. Siempre hemos servido y ahora también. ¡Faltaría más!
Cuando recibí la carta que os digo, al abrirla, lo primero fue un gesto de sorpresa seguido de una sonrisa. Cuando lo comuniqué a los míos hicieron bromas. Es natural. Pensé en romperla (¡yo no soy viejo! Me dije), pero decidí guardarla “por si acaso”. Y pasan los días y la veo y me entran ganas de manchar el folio y no veo el momento de ponerme ante el teclado y escribir algo coherente, algo que resulte de interés. ¡Que fácil veía esto de escribir yo…! Otra equivocación más por mi parte y ya he perdido la cuenta de cuantas he cometido.
Decido, ante el folio en blanco, hacer un borrador “de temas”. Por ejemplo: mis recuerdos más lejanos, o mi juventud, o mi primer trabajo, mi primer beso, mi único amor, mis ilusiones, las nuestras, las de los dos o ¿por qué no? mis paseos por la montaña… ¡Ah!¡Ya sé! Podía contaros mi experiencia con Roque, un perro montañés y montañero donde los haya (muy mayor cuando coincidí con él y que me dicen que aún vive, aunque sordo y falto de ánimo para las caminatas que se daba todos los días hasta la cascada). Pero no, las historias con perros están muy vistas. Os la contaré sí un día coincidimos en la asociación… siempre que tengáis ganas de escuchar viejas historias iguales o parecidas a las vuestras.
Cuántas dudas ¡Esto me pasa por no haber roto la carta! ¡Basta, pues! Hay que tomar una decisión: al año que viene, si tengo tiempo, prometo que escribiré algo para el Certamen y, quien sabe, a lo mejor me decido a comenzar “a ser viejo”. Ahora no tengo tiempo.
Joaquín Latorre Abella, Segundo Premio de Prosa CERTAMEN LITERARIO PARA MAYORES DE LA RIBERA. 2012